De la inmoralidad, por Simón Boccanegra
¿Alguien pensó que de verdad Chávez iba a poner a su gente a recoger firmas? Sería conocerlo muy poco. Era obvio que iba a optar por la vía express, es decir que la pandilla de momias que le lamen las botas en el Parlamento introdujera el proyecto de enmienda. Con su estilo hipocritón, Chávez dijo que podía «considerar» esa idea.
No habían pasado ni veinticuatro horas y los lamebotas cogieron la seña: van a llevar la enmienda a la AN, para que sea de ésta de donde parta la iniciativa. Debate Express; también, qué duda cabe, Aprobación Express y Referéndum Express. Pero asimismo, Derrota Express es lo que le espera.
Ahora bien, este señor, atacando a Vicente Díaz, el único rector no chavista en el CNE, lo calificó de «inmoral» y le pidió la renuncia (no sería extraño que dentro de poco algún lamebotas en la AN plantee su destitución) porque calificó de inconstitucional la proposición de enmienda.
O sea, el rector Germán Yépez manifiesta su acuerdo con la enmienda y eso está bien para Chacumbele. Vicente Díaz, en el uso del mismo derecho, opina lo contrario y ello constituye, para Chacumbele, una «inmoralidad». Inmoralidad es, con tamaño rabo de paja, acusar a otros de inmoralidad. Inmoralidad es meter esta enmienda, ya rechazada por el país, apelando a un truco leguleyo.
Inmoralidad es agredir en el terreno personal a sus adversarios políticos. Inmoralidad es lo que subyace en esa inmensa falta de gallardía que lleva a despojar de atribuciones y competencias a gobernaciones y alcaldías ganadas por la oposición.
Inmoralidad es meter al país en otro escenario de diatriba política justamente en el mes de la Navidad, tan sólo para satisfacer la vanidad, el narcisismo y el hambre de poder perpetuo de Hugo Chávez. El propio Grinch. Inmoralidad es alcahuetear a la famiglia. Eso sí que es inmoralidad.
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