De rodillas terminó el año escolar, por Beltrán Vallejo
Finalizó el año escolar 2017-2018, todo un suplicio. A pesar de las incontables vicisitudes, una masa estudiantil salió de las escuelas y de los liceos; ¿pero cómo salió? Respondo que esa masa salió herida; entre risas y pesadumbres, salió herida en medio de la más atroz crisis social, que no se veía desde los tiempos de la guerra federal. En ese contexto, el docente también salió herido por todo lo que tuvo que pasar para cumplir su labor; por lo que para ellos es este llamado de atención en el sentido de que no vuelvan a ponerse de rodillas el próximo año escolar, por el bien de su autoestima profesional, por el bien de los niños y adolescentes y por el bien del país, que se cae a pedazos en este presente, y que más parece que tendrá el futuro de una covacha.
Pareciera, por estos días de promociones de preescolar, de sexto grado y de liceo, que hay mucho para celebrar en una multitud de hogares, porque se logró el “beneplácito” de que el niño alcanzó un grado educativo; pareciera que hay mucho para celebrar porque el hambre no terminó de vaciar las aulas; y los educadores, también con hambre, privaciones, y sin medio para el pasaje, cumplieron al menos con la formalidad del certificado de promoción. Pero no, no comparto la visión de celebrar, sino de indignarnos; ¡es que esto no puedo seguir así!; y menos que existan docentes y directivos de instituciones educativas que prefieran continuar una labor de zombis, o de cobardes, o de hipnotizados, o de conformistas con los pírricos aumentos, o de entregados, o de que “no voy a darme mala vida si el muchacho sale de sexto sin escribir una oración, o si el bachiller se va, y que para una universidad, sin saber cómo se ejecuta una suma de fracciones».
¿En las aulas se está construyendo la nueva Venezuela? Pues sí, pero no es una sociedad del siglo XXI; no es un territorio cruzado por el arcoíris del conocimiento, de la inventiva, de la creatividad, de la salud, de la investigación.
La nueva Venezuela está naciendo vieja, débil, famélica, con taras, con miedo, con limitaciones cognitivas, con lágrimas, con rabia; sí, mucha rabia».
Ante todo eso, el docente no puede despedirse de este año escolar con una sonrisa o con unos tragos; ¡no vale! El maestro y el profesor de bachillerato deben de reflexionar para no seguir reproduciendo en las aulas la nada. El docente debe de reflexionar para que no vuelva a soportar la cruz de una labor precaria y desmotivada, con sus propios hogares en derrumbe, con sus alumnos secuestrados por violentas y limitativas realidades; el docente debe de reflexionar para no seguir trabajando en un plantel educativo convertido en fábrica del fracaso tras fracaso; por supuesto, con algunas honrosas excepciones.
Para el próximo año escolar, le exijo a los gremios sindicales de los educadores que desaparezcan con su liderazgo pigmeo y comprado por el régimen; que desaparezcan con sus burócratas y esquiroles; que desaparezcan por su alta cuota de responsabilidad en haber convertido a muchos docentes en unos eunucos a los pies del PSUV, del ministro de turno, del gobernador, del alcalde y del pelele que ponen como director de una escuela o de un liceo.
Para el próximo año escolar, le pido al docente que sea digno, que tenga autoestima, que trabaje con pasión y no se arrodille, ya que es más sana la alegría de un niño en la escuela que la amenaza del mandón.