De sofistas, por Carlos M. Montenegro

Los sofistas* eran pensadores que vivieron en la antigua Grecia desde el siglo V hasta principios del IV a.C. En aquél, tiempo un sofista era un experto en retórica que se dedicaba a la enseñanza del sentido de las palabras. El concepto se entendió de diversas formas a lo largo de la historia. Muchas veces, el sofista era considerado un sabio que, gracias a sus conocimientos, podía educar a la gente. Una de sus actividades era formar jóvenes que querían dedicarse a la política.
El sofismo se distinguía de la filosofía griega clásica por su método, la antigua filosofía era típicamente deductiva, lo que significa que una vez que el sabio tenía claro algún principio general del mundo, debía exponerlo de forma concreta, mientras que los sofistas seguían un método inductivo empírico reuniendo gran número de observaciones de hechos concretos para sacar conclusiones, tanto teóricas como prácticas, o sea, los sofismas.
En este sentido, incluso aconsejaban a los dirigentes y les enseñaban cómo podían influir en la población; con el tiempo, se les fue acusando de arrogarse cierta prerrogativa para la enseñanza de probidades. Hubo sectores que señalaron a los sofistas como tramposos que, haciendo uso de la retórica y la dialéctica, engañaban a las personas
De esta manera, comenzó a calificarse como sofistas a quienes apelaban a los sofismas para desarrollar sus razonamientos y convencer a los demás. Un sofisma es como una falacia: algo que, en apariencia, se presenta como válido, aunque en realidad sea falso.
Puede decirse, en definitiva, que con el paso del tiempo la noción de sofista cambió. En un principio, como hemos visto se dedicaba a la enseñanza y la instrucción. Sin embargo, a partir de las sospechas que Platón, Sócrates y otros sabios transmitieron, comenzó a asociarse a los sofistas con el fraude. Así se llegó a la definición de sofista como aquel que: empleando sofismas y falacias, engaña a las personas obteniendo de su capacidad para confundir al otro a través de sus argumentos, rédito o ventaja.
El filósofo Platón fue una de las figuras que se mostró más abiertamente en contra de los sofistas. Y es que contaba con muchos argumentos para oponerse a sus métodos. En concreto, subrayaba cuestiones tales como estas:
Deducía que hacían uso de la razón simplemente como una técnica de discusión, sin importar la moral o la verdad de la cuestión a tratar.
Denunciaba que eran individuos que comerciaban con el saber, que cobraban importantes sumas de dinero, ya por aquel entonces, simplemente por dar sus “lecciones”.
Acusaba de que el método de enseñanza que utilizaban los sofistas no apostaba porque el alumno pudiera progresar en el conocimiento de las cosas. Simplemente pretendía inculcarles ciertas ideas, y poco más, que le beneficiaran.
A pesar de todos los ataques que recibieron, fueron numerosos los sofistas que adquirieron cierta notabilidad. Entre los más preponderantes esta Protágoras de Abdera (485–411 a.C). Fue el primero en llamarse a sí mismo “sofista maestro de la sabiduría” gracias a sus excelentes cualidades y habilidades retóricas. Fue amigo de Sócrates y de Pericles, y era el que cobraba precios más elevados por transmitir sus conocimientos. Platón dijo que era el inventor del “sofista profesional”.
Viendo como desde el 2 de mayo a todas horas nos bombardean, cadena tras cadena (de radio y tv y más sus habituales ecos) para contarnos lo sucedido, no se parece en nada, a lo que todos hemos visto, en mi mente me ha revoloteado la peregrina idea de que si Platón anduviera por aquí, no les concedería la categoría de sofistas. Seguramente diría algo como: “eso son simples mentiras”.
Sin óbice ni cortapisas
La forma como los tahúres del régimen silenciaron el “broadcast” de Radio Caracas Radio, así como la incursión en el domicilio privado de Leopoldo López, expresa a las claras su nivel de felonía.
* El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) en su primera acepción define como sofista: “El que se vale de sofismas”