Deschavetado, por Teodoro Petkoff
El insólito discurso de Chávez el domingo pasado, en el cual arremetió contra medio mundo en términos de una intemperancia raras veces vista en jefes de Estado y/o de Gobierno, puede explicarse, en parte, por los elementos psicopáticos de su personalidad, pues, es conocido por su propensión a la brutalidad verbal y a los excesos insultantes de lenguaje –sobre todo cuando, como ahora, su monumental ego está lastimado por los reveses internacionales–, pero eso no explica todo. Chávez es de quienes no dan puntada sin hilo.
Es evidente que los agravios al Rey de España y al Presidente de Colombia (amén de los que derramó sobre otras personalidades venezolanas, para las cuales no tuvo nada más menudo que el calificativo de «vagabundos») constituyen una provocación deliberada, dirigida a generar respuestas –en buen o mal tono, eso es indiferente para Ego Chávez– que le permitan mantener viva la reacción que quiere promover en sus seguidores: «mi país, con razón o sin ella». El nacionalismo, piensan algunos como Ego Chávez, siempre da resultados. Otros dirían que el nacionalismo es el último refugio de un canalla. En todo caso, Ego Chávez ha dado un paso más en el sentido de hacer girar la reforma en torno a él mismo. Ya lo ha dicho varias veces a aquellos de sus parciales que no ocultan su repudio al proyecto de corte dictatorial que ha puesto en órbita: votar NO es votar contra Ego Chávez. Lo ha dicho sin esguinces ni sofismas. La reforma soy yo, afirma Ego y lo corean sus incondicionales. Peor aún: aquellos de sus votantes que voten NO lo estarían traicionando –acción que en su particular demonología constituye el non plus ultra de los delitos. Pero los números se niegan a plegarse a su voluntad. Contaba con la abstención de sus adversarios y ésta viene disminuyendo, al mismo tiempo que crece la disposición a votar NO. Eso le viene volando los tapones. Por primera vez en sus casi nueve años siente que el piso se le mueve. Por primera vez no se siente seguro y sobrado y de allí la desmesura en el lenguaje y el agravio personal. Es interesante recordar que la primera reacción oficial fue a través de un comunicado de Cancillería, sobrio y mesurado, que reconocía el acto soberano del gobierno colombiano. Dicen los mamadores de gallo que parecía redactado por los cubanos –cuya diplomacia, no se puede negar, posee un alto grado de sofisticación–. Pero, no hay duda de que le llegaron nuevas encuestas y ahí se le fundió la sindéresis. Quizás debamos confiar en la madurez de colombianos y españoles para no hacerle el juego.