Deshonor, por Teodoro Petkoff
Autor: Teodoro Petkoff
El cinismo y la mentira se han transformado en política de Estado. Ya no estamos sólo ante la conducta individual, el estilo amargado y provocador de ese que Pompeyo Márquez bautizó como “vivo inútil”, sino ante toda una perversa concepción global del ejercicio del poder.
Cuando Chávez monta un Aló Presidente ante el estupefacto cuerpo diplomático, no ignora que su discurso y sus argumentos resultaban grotescos y absurdos, por la desmesura de las mentiras, hasta para el propio embajador cubano. No lo ignora, no, pero ¿qué otra cosa podía decir? Sabe que la gente descubrió que el rey está desnudo, y sólo le queda la razón de la sinrazón para intentar cubrir sus vergüenzas.
Cuando Chávez dice que la joven Elinor Montes “atacó” a la Guardia Nacional, sabe que sus oyentes no son estúpidos y que además vieron la escena por televisión, pero de todas maneras insiste en hacerles tragar esa rueda de molino. Cuando muestra videos de la marcha del 27F y de la represión, él mismo se da tanta cuenta de que no está demostrando nada que pide al operador adelantar la cinta. Por un lado iba la perorata de Chávez y por el otro los videos, que mostraban lo contrario de lo que él decía. Pero ya se montó en el tigre de la mentira y el cinismo como política de Estado y no puede bajarse.
Cuando el comandante de la GN, general Villegas Solarte, afirma, con su cara muy lavada, que la oposición disfrazó personas con uniformes de guardias y armas largas para disparar contra su propia gente y culpar al cuerpo que él dirige, no es que está emulando a Pedro Carreño sino recitando el guión de la mentira y el cinismo como política de Estado.
Cuando el diputado Darío Vivas afirma que al ex trabajador petrolero asesinado en San Antonio lo mataron sus propios compañeros y otro sicario parecido dice que la dirigente adeca asesinada en Machiques también fue víctima de sus compañeros, se expresan como actores del mismo libreto.
Un gobierno que ha llegado al punto de grabar y difundir por el canal del Estado conversaciones telefónicas privadas, en clara contravención de su propia Constitución y de la más elemental normativa moral, es porque quiere instalar el miedo en la sociedad.
Quiere crear mecanismos de control social basados en el miedo. Que temamos hasta a nuestras propias palabras. No hablar porque es peligroso, porque te oyen, te graban, te ponen en el aire. Cuando el propio presidente de la República se hace eco, en su charla dominical, de grabaciones ilegales, es porque ya toda vergüenza está perdida, porque ya no quedan sino hilachas de lo que alguna vez pudo haber sido un ideal o una bandera.
Es en la etapa terminal de la degradación moral y del envilecimiento político cuando la mentira y el cinismo se transforman en política de Estado.
El joven comandante del 92 habría arrestado a los guardias que vejaron a Elinor Montes; el encallecido cínico de hoy los aplaude porque los necesita. Tiene que adularlos porque la mentira, el cinismo y el miedo, para operar, necesitan de una guardia pretoriana.
Es el poder reducido a su última instancia: la fuerza, porque ya no le queda más nada. Pero, una vez más, es necesario recordar la manida frase de Napoleón: las bayonetas no sirven para sentarse sobre ellas •