Despecho, por Teodoro Petkoff

Mil veces hemos citado la frase de Churchill: «No hay sustituto para la victoria». El que gana simplemente disfruta de su éxito. Es el perdedor quien se pasa el tiempo deshaciéndose en explicaciones acerca de cómo fue que perdió pero en verdad ganó. A cualquier hora que uno mire el canal 8 encuentra a algún dirigente del MVR y/o del Comando Ayacucho retorciéndole el pescuezo a la lógica, empleando los argumentos más estrambóticos, sobándose los hematomas y consolándose piadosamente.
Todo ese discurso, sin embargo, está dirigido a su propia gente, y en particular a Chávez. Echarle un vistazo a las páginas digitales del chavismo y a las paredes de Caracas, donde expresan su rabia y su despecho, es encontrar la más variada gama de insultos dirigidos a Ismael García y su combo. Lo más menudo que tienen para él es el calificativo de «traidor» que, como se sabe, en el ranking del desprecio que fabrica el ultraiasmo falsamente izquierdista, constituye la injuria suprema.
Al Comando Ayacucho le piden cuentas por los miles de millones de bolívares que se le entregaron para la operación «arrepentimiento» en la cual cada gobernador y cada alcalde chavista tenían una «cuota» de funcionarios públicos que debían extorsionar o sobornar para obligarlos a retirar su firma. La operación fue un fracaso y ahora los chavistas iracundos preguntan dónde están los reales. Cuestión que, por cierto, si en este país hubiera un contralor menos sinvergüenza que el inefable Russián, este debería hacérsela al propio Chávez. Porque, ¿cómo es eso de que las operaciones electorales del MVR y sus aliados son financiadas con los dineros públicos? En todo caso, en las páginas digitales del chavismo el alias del Ayacucho es «Comando Borracho» de modo que puede inferirse que parte del dinero para comprar conciencias fue utilizado para pagar francachelas y parrandas.
Lo que resulta de una comicidad irresistible es oír a Ismael García argumentar que perdieron porque les hicieron trampa. Si teniendo una relación privilegiada con la mayoría del CNE, si teniendo en sus manos las instancias técnicas de este organismo, si manejando la Onidex, que distribuye cédulas como arroz, firmadas con una equis, si pudiendo utilizar cuerpos de seguridad para operativos «electorales» se dejaron hacer trampas, entonces, destituirlos es poco; presos debería meterlos Chávez.
Por lo pronto, el inefable Comando Ayacucho pasa al degredo y es sustituido por el Comando Maisanta. Si la gloria del Gran Mariscal no alcanzó a inspirar el esfuerzo de los sargentos del comando bautizado con el nombre de la batalla que lo inmortalizó es de dudar que el padrinazgo de un modesto guerrillero antigomecista, de quien no se conoce un solo hecho de armas más o menos relevante, alcance a motivar a los nuevos jefes de campaña. Al paso que va el gobierno, hundiéndose en instancias del procerato nacional de rango cada vez menor, nada de extraño tendría que después de la «Misión Florentino» Chávez nos salga, de pronto, con la «Misión Servando».