Día de la risa, por Teodoro Petkoff
Día de la Resistencia Indígena” : ese es el nuevo y rimbombante nombre con el cual el régimen rebautiza el 12 de Octubre. Las promociones de bachilleres de este año deberán llevar obligatoriamente, por orden de Aristóbulo, ese cognomento. ¡Vaya ridiculez! Pero no es sólo ridículo.
Es nuevamente la sustitución de los hechos por la palabra charlatana y vacía, perdónese la redundancia.
Años tenemos oyendo discursos falsamente heroicos, calándonos una retórica falsamente épica, detrás de la cual no hay nada. Uno oye el verbo flamígero de Chávez y podría creerlo metido en una de las cuevas de Yenan, dirigiendo, cual Mao redivivo, la epopeya de la Gran Marcha, o transmutado en marinero de Cronstadt, tomando por asalto el Palacio de Invierno, en San Petersburgo, cuando no, sucio y barbado, oteando desde una cumbre andina el desplazamiento de los semidesnudos llaneros de Bolívar. Y resulta que el hombre está hablando desde un central azucarero, paralizado por la desidia oficial y del cual los diligentes burócratas de la Quinta se han llevado hasta los clavos. Puro gas. Mientras las esquinas de Caracas están llenas de madres warao, con sus niños a cuestas, pidiendo limosna, Aristóbulo produce un decreto que no les da pan ni techo ni trabajo pero sí el patético consuelo de que el 12 de Octubre ahora es el día de la resistencia indígena. Puro gas, palabras vacías, retórica inútil. Charlatanería.
Además, ¿qué vaina es esa de obligar a todos los bachilleres del país a bautizar sus promociones con el nombre que le da la gana al Ministerio de Educación? ¿Qué pedagogía es esta? Hay un tufillo fascistoide en todo esto. Arrebatar a los bachilleres ese derecho, trivial si se quiere, pero válido, de dar a sus promociones el padrinazgo que surja de sus propios debates y de sus decisiones autónomas –como siempre ha sido– no sólo es ridículo sino de un insoportable y contraproducente autoritarismo. Si se quiere estimular una revisión crítica de nuestra historia, si se quiere reivindicar el rol y la influencia de nuestros ancestros indígenas en la conformación de la nacionalidad, de la cultura y del mestizaje venezolano, el peor camino es el de una decisión administrativa, materializada en un úkase ministerial producido por algún burócrata intelectualmente indigestado por una faramallería nacionalistoide que quisiera hacernos creer que los “verdaderos” venezolanos son los indígenas. Como si no fuéramos lo que Bolívar dijera en su Carta de Jamaica:
ni blancos, ni indios ni negros sino una síntesis de todo ello en un producto nuevo y específico, surgido de un crisol de siglos.
Cualquier día nos sorprenden declarándole la guerra a España, para “vengar” el genocidio de la Conquista.