DIM: carta marcada, por Teodoro Petkoff
Finalmente el general Martínez Morales, jefe de la DIM, rompió su silencio y respondió con una carta al ministro de la Defensa. Esta carta la publicamos completa en la página 3, pero debemos responderla aquí.
José Vicente comenzó diciendo que el informe de la DIM no existía. Ahora se admite que existe, pero se dice que es falso. Ese documento es verdadero, fue el mismísimo Cicerón quien nos lo hizo llegar. Sería interesante saber, además, a qué documento le hicieron en la PTJ una prueba grafológica. Nosotros no hemos entregado copia de él a nadie y no lo reprodujimos facsimilarmente. ¿De dónde sacaron el que supuestamente fue sometido a esa prueba? Los hemos cazado en otra mentirilla. No hubo tal prueba grafológica. Además, lo único que reprodujimos fue la firma de Martínez Morales. No se necesita prueba alguna para ver que esa firma es idéntica a la de la carta del general, de modo que es evidente que ambos documentos fueron firmados por la misma persona.
Rangel esgrime un argumento que nunca hubiésemos esperado de él: detrás del informe hay un «plan desestabilizador». Es más, lo asocia con el niple de la iglesia de San Francisco. Esto nos hace pensar, ciertamente, que informe y niple salieron del mismo puesto de mando. Es demasiada coincidencia que al mismo tiempo que estalla el escándalo del informe explote un niple en una iglesia. Desde el incendio del Reichstag se conoce bien ese truco. Aquí no hay ninguna conspiración, y pena debería darle a Rangel utilizar ese argumento balurdo, dirigido a engañar bobos.
La carta de la DIM propone, además, un novedoso mecanismo de presión sobre los medios: que los generales y almirantes «agraviados» demanden a TalCual. Este estilo «tira-la-piedra-esconde-la-mano» es muy propio de Rangel. En lugar de asumir directamente la responsabilidad de demandar al periódico, quiere poner a los generales y almirantes a hacer el trabajo sucio. Que corran ellos con las consecuencias nacionales e internacionales de atropellar a la libertad de expresión. Ya vemos a Rangel, justificándose cínicamente: «no fui yo sino unos generales y almirantes por su cuenta». En el informe de Martínez Morales no se consigna nada que no responda a la lógica del «proceso revolucionario». Este tipo de procesos posee una dinámica expansiva. Apuntan a ensanchar su base social y/o política y a neutralizar a sus adversarios; pero esto, que podría definir la conducta de cualquier movimiento político, revolucionario o no, adquiere en el caso del que se define como tal una forma perversa.
La «revolución» no admite medias tintas («con Dios o con el Diablo»; «chicha o limonada»), exige fidelidades y por eso trata de «catequizar» a los neutros, a los «recuperables» y de «segregar» a los «irrecuperables». El mensaje para los «institucionalistas» es muy claro: o te cuadras o te espera el destino de los «disidentes». Eso es lo que se ha venido haciendo. Eso es lo que dijo Cruz Weffer en su discurso de toma de mando. Eso es lo que se hizo con los ascensos de este año. (Por cierto que entre los «disidentes» figura en la lista de la DIM el general García Carneiro, jefe de la Casa Militar, y de eso se agarra José Vicente para negar la veracidad del informe, pero esto lo único que demuestra es la chapucería de la DIM, que ni siquiera puede precisar exactamente quién es quién) De manera que tanto el ministro como el general de tres soles y el jefe de la DIM pierden el tiempo. El informe no puede ser falso, como en efecto no lo es, porque se ajusta perfectamente a la lógica de la política que en el seno de la FAN ha venido desarrollando el chavismo. Esa lógica contraviene la Constitución