Dos años llevan en El Junquito esperando reparación de derrumbe en la vía
Las soluciones de la alcaldesa Farías consistieron en terrazear la montaña, hacer un pequeño muro de concreto para evitar que el agua no siga cayendo sobre las casas, y sembrar platas de bambú
Desde el año 2017, habitantes de El Junquito le exigen a las autoridades atender un deslizamiento de tierra que ocurrió en el kilómetro 16 y que colapsó la única vía de acceso a la zona.
Las fuertes lluvias arrasaron con un pedazo de montaña tapando casi los dos canales de la carretera con gran cantidad de piedras, árboles y escombros que pasó entre las casas aledañas. A pesar de lo peligroso, no hubo heridos ni damnificados, pero sí casas afectadas, además de obstaculización del paso de vehículos.
Juan Carpavires, habitante de la zona, cuenta que ese día todo el río de agua y pantano corrió por su casa. «Eso ocasionó que perdiera gran parte de mi jardín, parte del piso de la casa, las bases de las columnas se socavaron y algunas quedaron en el aire», detalla.
Además de la casa de Juan Carpavires, existen otras cuatro viviendas que también resultaron afectadas directamente por las lluvias de mediados del año 2017.
Carpavires afirma que cada vez que llovía toda el agua que debía correr por las cunetas caía directamente sobre su construcción, lo que ocasionó que se originaran filtraciones que aún no ha podido reparar.
Contener la montaña con bambú
Desde que la montaña se vino abajo, la vía quedó funcionando con un solo canal, pasaron muchos meses sin que las autoridades competentes actuaran. En 2018, la alcaldía del municipio Libertador, a cargo de Érika Farias, inició labores que quedaron inconclusas y que apenas solventaron el paso de vehículos.
Juan Carpavires asegura que luego de las lluvias y las afectaciones, ningún ente gubernamental les ofreció ayuda. Por el contrario dice que «las diversas empresas que intentaron reparar la falla lo que hacían era perjudicar más las viviendas afectadas«.
Las soluciones de Farías consistieron en terrazear la montaña, hacer un pequeño muro de concreto para que el agua de lluvia no siga cayendo sobre las casas que están en la parte abajo de la calle, y sembrar plantas de bambú al lado de unas mallas de saco.
Muchas fueron los que se burlaron de la siembra de bambúes, que no duró ni una semana. Algunas personas se llevaron las ramas y en el lugar apenas permanecen las mallas que nadie sabe qué función cumplen.
«Eso no es una solución para la falla de la montaña, el proceso fue mal realizado y el personal no estaba capacitado», es la conclusión de Carpavires ante los pañitos de agua caliente de la alcaldesa de Libertador.
Una de las habitantes de las viviendas en riesgo, quien pidió anonimato, dice entre risas que nunca entendió la siembra de las plantas. «Están muy mal asesorados porque el bambú crece a orillas de quebradas y de ríos y allí no hay ni un manantial».
Juan Carpavires también condena que los encargados del trabajo hayan dejado abandonada una máquina «en un terraplen que, con las lluvias y el peso, hace que el terreno ceda y corre el peligro de venirse sobre mi casa», en la que viven su madre de 80 años de edad y dos hijos de 7 y 3 años.
Paralización por supuesta corrupción
La vecina de Carpavires dijo que no manejan información oficial sobre la paralización de la obra. «Lo que escuché es que la Fiscalía abrió una investigación por corrupción. Al parecer, a los ingenieros de la empresa encargada de la reparación les habían aprobado varios presupuestos y no se veía el trabajo de calidad», argumentó.
Esta habitante del km 16 de El Junquito no recuerda la fecha exacta de la paralización de la obra, pero dice que «entre febrero y marzo de este año aún se veían trabajadores con palas quitando la tierra del trabajo inconcluso».
A juicio de esta vecina, el trabajo que se debe hacer en ese derrumbe es «comenzar por levantar una muralla para contener el cerro, restablecer las cunetas a ambos lados de la calle, reforzar los terrenos de las viviendas afectadas e indemnizar los daños causados».
Asegura que las familias afectadas nunca fueron asistidas debidamente por las autoridades. Han pasado dos años desde el derrumbe, las fallas persisten y el miedo entre los vecinos del lugar siempre está presente, sobre todo cuando comienza a llover.