Echenle coco, por Teodoro Petkoff
La oposición organizada ha comenzado a vivir una crisis de crecimiento. Del puro sentimiento, más o menos informe y difuso, que fue durante largos meses, se ha transformado en un movimiento de masas que le disputa la calle al gobierno. Han surgido numerosas organizaciones sociales no partidistas, que aglutinan y movilizan a importantes sectores de clase media. Los partidos políticos vienen superando el estado cataléptico en que los dejó el triunfo de Chávez en 1998 y recuperan, al menos, la visibilidad perdida y una cierta capacidad de convocatoria. La creación de la Coordinadora Democrática fue un momento significativo en el proceso de rearticulación de los grupos, partidistas y no partidistas, de la oposición, pero aún no proporciona una conducción coherente y sólida. La oposición tiene hoy el robusto cuerpo de un levantador de pesas, pero la cabeza todavía no está a tono con los músculos. Por esto hablamos de crisis de crecimiento.
La Coordinadora Democrática es, por ahora, muy heterogénea y sus contradicciones internas no son desdeñables. Pero si se la mira en perspectiva se comprenderá no sólo que su mera existencia ya es un paso de avance respecto de la dispersión anterior, sino que su evolución deseable, en sana lógica, tendría que ser la de marchar hacia una visión compartida sobre una estrategia para la oposición. Para esto es muy importante que esa institución asuma su condición de cuerpo dirigente y se decida a proporcionar conducción en lugar de actuar como caja de resonancia de las posturas de algunos sectores, muy minoritarios pero ruidosos, que pretenden hacer de su rabia un argumento político y, peor aún, una línea política para todo el mundo opositor. En este sentido, resulta significativo que varios grupos de la Coordinadora se hayan desmarcado categóricamente del golpismo como opción y también de operativos de comando, tan absurdos, inocuos y contraproducentes como el patético «trancazo» de ayer. Este es un debate todavía inconcluso. Pero, el chantaje del energumenismo inútil debe ser roto sin concesión alguna, si es que se quiere entrar en contacto con la verdadera mayoría de los venezolanos.
Mas, la clave para afirmar un centro de conducción viable es diseñar una estrategia, es decir una política para el largo plazo. En términos tales que den un horizonte temporal, políticamente creíble, a la lucha actual, sacándola de los espasmos del día a día, de las acciones desarticuladas tipo «trancazo», que se agotan en sí mismas, sin propósito definido. No basta con decir que se aspira a una salida democrática y pacífica, institucional y constitucional, sino que ésta debe ser precisada. Porque el golpismo, al menos, es concreto: salgamos de Chávez con un golpe militar. Pero si esto es inaceptable para las fuerzas democráticas, como debe serlo, entonces hay que darle un perfil preciso, definido y concreto a la lucha, que conduzca a una movilización sostenida, permanente, hacia un objetivo posible, que moralice y fortalezca en lugar de desmoralizar y debilitar.