El 21N más decisivo de lo que parece, por Gonzalo González
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Las elecciones convocadas para el 21 de noviembre son un proceso nacional, aunque en ellas se elijan solo poderes regionales y locales. El carácter nacional viene dado porque ese día se vota en todas las entidades federales, la participación del PSUV y de la MUD lo convierte en una elección real, su resultado será leído, analizado en clave nacional y seguramente tendrá influencia en el diálogo-negociación en México así como en otros escenarios de la confrontación política.
La participación de las fuerzas más relevantes de la oposición y México son dos cambios situacionales que le confieren al 21 de noviembre una importancia que trasciende de largo lo regional y local.
Desde el anuncio del G4+ (agrupado bajo el paraguas de la MUD) de acudir a los comicios del 21 de noviembre, ha comenzado a gestarse una tendencia expresada en el aumento potencial de la participación ciudadana en los referidos comicios y en la polarización entre el PSUV y la MUD como contendientes. Lo cual pareciera indicar que nada está decidido de antemano y que la campaña electoral, por iniciarse, tendrá un efecto decisivo en resultado final. Encuestas posteriores al anuncio referido parecen confirmar tal aserto
Estás circunstancias pueden dar al traste con el objetivo del chavismo de ganar las elecciones debido a una alta abstención del electorado opositor.
Se trataría en todo caso de una tendencia que para su consolidación dependerá principalmente del índice de participación ciudadana. Si en los anteriores comicios (2017,2018, 2020) la alta abstención perjudicó al régimen en está ocasión lo favorecería.
La trascendencia del resultado del 21N puede evaluarse, por ejemplo, a la luz de lo que está ocurriendo en la cita mexicana; nada relevante en términos de la superación de la crisis política se estaría tratando a la espera del cuadro político que arrojarán los comicios referidos.
Si el chavismo gana las elecciones cogerá un segundo aire vital para sus propósitos continuistas porque ganará cierta legitimidad democrática, afirmará su narrativa, fortalecerá su posición en el escenario nacional e internacional, potenciará su propensión a no negociar nada sustantivo que amenace su continuidad en el poder.
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De suceder lo contrario, sería una especie de reedición de diciembre del 2015 en una situación de mayor debilidad y por tanto el régimen se vería en la disyuntiva de afrontar el dilema de negociar en serio una solución creíble y factible a la crisis política o radicalizarse con las consecuencias del caso.
Las fuerzas democráticas (agrupadas bajo el paraguas de la MUD) que participan del proceso en condiciones de debilidad harto conocidas tienen a la mano dos potenciales fortalezas a concretar y explotar para trastocar e impedir una victoria electoral del oficialismo: el inmenso rechazo nacional al régimen y la condición de principal adversario del chavismo que la polarización anunciada en diversas encuestas le concede.
De la habilidad de la MUD para convertir el 21N en un inmenso acto de afirmación democrática y rechazo al régimen depende la posibilidad de conseguir una victoria ciudadana de posibles consecuencias positivas para el país.
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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