El Bozal, por Teodoro Petkoff
Lo más impresionante del grosero regaño que le propinó Yo-El Supremo a Díaz Rangel, director de Ultimas Noticias, y de las desconsideradas alusiones que hiciera a la familia Capriles, ha sido el silencio de unos cuantos figurones del oficialismo –que en otras épocas embestían lanza en ristre contra los dragones de la censura– sin contar, desde luego, el mutismo del propio agraviado. En particular sobresale el mutis de José Vicente Rangel, columnista del mismo diario, amigo muy cercano del director. Esperamos hasta el lunes pasado para ver si en su columna en el diario que dirige su amigo, el señor Rangel se sentía obligado a decir algo. Fue inútil. Calló. Tal vez no quiere arruinar su patético pataleo para que lo vuelvan a llamar.
Pero, así como este figurón, hay otros que prefieren no arriesgar la chamba. Su silencio se explica, sobre todo, por miedo. Esta es la parte que los corresponsales extranjeros que vienen a Venezuela o los «turistas revolucionarios» por el estilo del inefable Jack Lang o Naomi Campbell, no ven. Hay libertad de expresión, ciertamente, pero quienes la ejercemos somos quienes no le tememos a Yo-ElSupremo ni a sus bravatas. Paradójicamente, para quienes se acabó la libertad de expresión es para los partidarios del gobierno. De esos, Chacumbele espera incondicionalidad, es decir, silencio. Lo dijo cuando zurraba a Díaz Rangel. La opinión de los adversarios «no me importa», implicando claramente, que la de los «suyos» sí le importa… siempre que no lo critiquen. Si lo hacen, ya saben que les espera el destino de Díaz Rangel, hasta ahora el periodista mimado del régimen. Los demás intelectuales y políticos del oficialismo tienen claro el cuadro: si eso le hizo a un peso pesado como Díaz Rangel, ¿qué puede esperar gente de divisiones inferiores? Por eso permanecen con la lengua metida allí donde no pega el sol.
A mi amigo Díaz Rangel y a los dueños de Ultimas Noticias les extendemos una mano solidaria, pero no podemos dejar de decirle a DR que no lo reconocemos. A quien llamábamos «el Zar» en el MAS, por su carácter frontal e intransigente, a quienes sus alumnos respetaban por su severidad ante la «piratería», a ése que escribió libros contra el abuso de poder y que ahora responde tímidamente, explicando tan sólo el origen del titular de UN que causó su desgracia, omitiendo toda alusión a la ridícula lección de «ética» que le quiso dar Yo-El Supremo, de ése, nos preguntamos dónde está, qué se hizo. Más aún, después de la inaceptable y grosera agresión que le hiciera el que se cura en salud, mostrándose más chavista que Chávez, Diosdado Cabello, quien acusó a DR de ser nada menos que un «infiltrado» de la «Cuarta República». Tampoco hubo respuesta. El miedo es el peor instrumento de represión.