El camino del desastre, por Simón Boccanegra
Si usted, amigo lector, quiere explicarse por qué estallan crisis por todos lados y por qué nunca se tomaron a tiempo las medidas necesarias para anticiparse a la eléctrica y a la del agua en Caracas, por qué se fueron cerrando los módulos de Barrio Adentro, por qué el hampa ya no da paz ni cuartel, póngale atención a esta breve anécdota. El 30 de octubre pasado, Su Excelencia, Reencarnación de Simón Bolívar, designó al presidente de CVG Alucasa, empresa productora de papel de aluminio, situada en Guacara, en la cual el Estado tiene el 75% de las acciones y el sector privado el restante 25%. El nombrado, general (retirado) José Rafael Guerra Baudett, tuvo la honradez y responsabilidad de advertirle al Reencarnado que él no sabía nada de aluminio ni tenía experiencia alguna en ese tipo de cargos. La respuesta de Chacumbele casi podría servir como epitafio de este régimen de lunáticos. Dijo el susodicho: «¿Tú no comandabas once mil hombres en la frontera? ¿Te vas a asustar ahora con los seiscientos que hay en esa empresa?» Al general Guerra Baudett no le quedó más camino que aceptar el cargo.
Así funciona la administración pública del chacumbelato. ¿Cómo sorprenderse, entonces, de que Diosdado, a quien Chacumbele tiene de sopa, regaño tras regaño, no construya las casas que hacen falta? ¿Cómo extrañarse de que Giordani no pueda comprarse el Ferrari de sus sueños si Jorge Rodríguez no tapa los cráteres de las calles por donde circulan el Gran Planificador y las demás víctimas inocentes de la incuria oficial? Cuba llegó al desastre por un camino parecido. Un guajiro cubano preguntó a un tractorista que pasaba la máquina por un campo sembrado, cuál era el propósito de su trabajo. Quitar el monte para sembrar pangola (una hierba muy nutritiva, para forraje de bovinos), informó el hombre del tractor. «Vaya, dijo el guajirito, eso que estás tumbando es pangola». Por eso ahora importan casi toda la comida desde el imperio. ¿Pa’llá vamos?