El Carupanazo, por Teodoro Petkoff
«Almirante Bellera», tronó Yo-El Supremo, comandante en jefe de las fuerzas de aire, mar y tierra de la Fuerza Armada Nacional, «hágame un plan y tómeme el aeropuerto de Carúpano». Todos los jalabolas del entorno aplaudieron rabiosamente. Yo-El-Supremo se esponjó de dicha. Se sintió cual Eisenhower ordenando la partida hacia Normandía, cual Zhukov moviendo las tropas hacia Stalingrado. El almirante Bellera tuvo que suspender los preparativos para la participación de la flota patria en las maniobras conjuntas con los rusos, para dedicar todo su tiempo a preparar un detallado plan de asalto al recinto del aeropuerto carupanero.
La operación requeriría poner en tensión toda la capacidad de combate de la base naval de Carúpano. Bellera se alisó los cabellos. Pidió planos del aeropuerto Kennedy y del de Frankfurt, para comparar con el objetivo que le había trazado su comandante en jefe. ¿Por dónde entrarle a ese fortín erizado de cañones y misiles, protegido por los aguerridos soldados de Ramón Martínez? ¿Por ventura conocen ustedes, lectores, el aeropuerto de Carúpano? Para empezar, el almirante Bellera no necesita sino mandar a su secretaria, con una carta para el encargado de recibir al único vuelo diario que toca pista en Carúpano y a las dos o tres avionetas que lo utilizan, pidiéndole la rendición incondicional. Allí lo que hay es una pista corta, donde lo más grande que puede aterrizar es un DC-9 y eso metiendo la reversa de las turbinas a fondo para no seguir de largo. Una pequeña edificación de una planta sirve de oficina y por la misma puerta entran y salen los pasajeros.
Dos o tres guardias nacionales barrigones y soñolientos y algún policía municipal vigilan la plaza. Tomar esa Iwo Jima fue lo que ordenó el comandante en jefe de las fuerzas de aire, mar y tierra de la República Bolivariana de Venezuela. Tal vez lo considera buen entrenamiento para cuando ordene meterle los tanques a Valencia si el «Pollo» Salas Feo tiene el atrevimiento de no pararle a sus advertencias y ganar las elecciones en Carabobo. Todo el escándalo en Carúpano fue porque según y que Ramón Martínez, el gobernador de Sucre, no quiso autorizar la instalación de Pdvsa en el aeropuerto.
Después se supo que esa autorización fue extendida hace más de un año y la empresa todavía no ha puesto sus corotos allí. Pero seguramente alguno de los adulantes le metió un cuento al Gran Charlatán y este, disparando no desde la cintura sino desde la rodilla, sin verificar la cosa, dio las marciales órdenes que mucho le habrían agradecido sus subordinados cuando estuvo atrincherado en el Museo Militar.
El almirante Bellera hoy debe presentar su parte de guerra. «Patria, Socialismo o Muerte, mi comandante en jefe, misión cumplida, resistencia dominada, ignórase paradero de Ramón Martínez».