El chocolate como medicina, por Miro Popić
Twitter: @miropopiceditor
La mayoría de los productos que comemos entraron primero por la medicina y luego pasaron a la cocina. Las hierbas y las especias, por ejemplo. Un proceso lógico que tiene que ver con el hambre y la nutrición en un mundo donde la mitad se moría de inanición mientras los poderosos se morían de gordos. En sus comienzos, por ejemplo, recomendaban el azúcar para subir de peso. Algo parecido pasó también con el chocolate que cautivó a los europeos y se popularizó su consumo cuando se le agregó azúcar y leche a su preparación.
Regularmente vemos en la prensa artículos destacando las bondades del chocolate como nutriente bueno para combatir diferentes enfermedades y carencias con recomendaciones que parten de nuevos descubrimientos científicos. Todos prometen un poco de felicidad con solo un mordisco de una modesta barra.
Hace un par de siglos, el descubrimiento del chocolate fue una verdadera revelación. Investigando sobre el tema, me topé con un libro curioso y sorprendente, publicado en 1796, en la imprenta real de Madrid, escrito por el Lic. Don Antonio Laverdan, Cirujano del Exército, y de la Real Familia de S.M.C., titulado Tratado de los usos, abusos, propiedades y virtudes del Tabaco, Café, Té y Chocolate.
La Sección IV de dicho libro está dedicada al chocolate donde el autor comienza explicando que se trata de algo «propio al nuevo Continente, y crece en diferentes comarcas de la Zona Tórrida de la América, y particularmente en México, en la provincia de Nicaragua, sobre la costa de Caracas». Luego de describir el árbol del cacao y su sistema de reproducción, aclara que: «Se distinguen en el comercio dos especies principales: la primera que es la más gruesa, se llama cacao de Caracas, y la otra que es más pequeña cacao de las Islas o de Cayena, o de Guaiaquin».
Más adelante asegura que «el cacao de la Costa de Caracas es más xujogo y menos amargo que el de las Islas Francesas; y así en España y Francia se prefiere el de Caracas a todos los demás». Eran tiempos en que el mejor cacao del mundo salía de Venezuela, hecho atribuido a la «naturaleza del suelo y del cuidado de aquellos que lo cultivan». Es decir, terroir y conocimiento.
Entrando en materia médica, Laverdan explica a su manera las bondades del aceite de cacao. Dice que es muy bueno para los reumas de pecho, contra los venenos corrosivos y que algunas mujeres hacen uso de él como un buen cosmético, el cual pone la cutis suave y pulida, sin dejarla nada grasienta ni lustrosa. Lo recomienda para las personas de edad para dar agilidad y flexibilizad (sic) a los músculos y preservarlos del reumatismo. Además, «la manteca de cacao es muy buena para aplacar el dolor de las almorranas, y también el que causan la grietas en los pezones de las mujeres paridas».
Laverdan cita en su trabajo a otros colegas médicos de su época y las diversas opiniones, algunas encontradas, sobre los beneficios del chocolate como medicina, donde hay «tanta variedad de opiniones como de individuos». Mientras unos recomiendan beber un vaso de agua fría antes de consumirlo, «porque con ella se modifica la nimia exaltación de su alkalina amargura, y se corroboran los fermentos estomacales», a los de temperamento flemático «no se debe aconsejar que beban antes del chocolate, porque a éstos les enerva, y debilita los fermentos estomachicos (sic), y las fibras del ventrículo».
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Dice que el chocolate «es muy saludable para aquellos que están acometidos de tisis y de consunción, es preservativa de las obstrucciones, cura a los héticos acudiendo en tiempo con este remedio, si admiten o pueden admitir reposición, reemplazando la pérdida de los bálsamos nutritivos que ha robado el calor hetico, domando y dulcificando aquel ácido febril que se va sorbiendo los espíritus». Dice también que Lemeri, en su Tratado de Alimentos, a un paciente que estaba en estado deplorable de tisis le aconsejó chocolate y en breve tiempo se curó y su mujer, para complacerlo, también hizo uso del chocolate «y logró tener muchos hijos de que carecían».
Al final, todos coinciden en que el chocolate es uno de los alimentos que repara y fortifica prontamente y por este motivo conviene mejor a las personas flemáticas que tienen necesidad de estímulo. En las enfermedades excita el apetito promoviendo y aguzando las dotes de fermentos estomacales. «Es capaz el chocolate por sí solo, de mantener por muchos años a un hombre en robustez y salud, tomado tres veces al día».
Cierra su trabajo con una larga cita de Geronimo Piperi que concluye así: «tomado de este modo es medicina universal (no se dice más de la piedra filosofal), no solamente para defender la salud, sino aun para desterrar muchos males: y por esta razón fortalece y corrobora el calor natural, engendra sangre más espirituosa, disipa los flatos, quitas las obstrucciones, corrobora el estómago, despierta el apetito, que es señal de salud para los que lo toman: aumenta la virilidad, retarda las canas, dilata la vida hasta la decrepitud, y a cualquier edad, aun la más tierna, se puede dar».
Esto era lo que pensaba la medicina europea del cacao venezolano y del chocolate a fines del setecientos. No se queden allí, vayan ya de una vez a comprar una buena barra de chocolate en vez de ir a la farmacia.
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Miro Popić es cocinólogo. Escritor de vinos y gastronomía.