El «compre ahora, pague después» alza vuelo por un crédito bancario que no levanta cabeza
Los microfinanciamientos de hasta 150 dólares se han convertido en un apoyo para compras puntuales en una población laboral con un poder adquisitivo por los suelos, pero termina siendo insuficiente para impulsar una economía famélica de crédito bancario tradicional, y que no llegará por las políticas restrictivas del Banco Central de Venezuela
Como una suerte de bandera de conquista, pancartas amarillas se han apoderado de las fachadas de los centros comerciales en el último año. Son el distintivo de Cashea, una empresa que gestiona microfinanciamientos bajo el modelo de «compre ahora, pague después», provocando un fenómeno en una población que desconoce el crédito bancario desde hace al menos cinco años.
Durante las últimas semanas, Cashea ha sido tema de conversación constante en la red social X, un síntoma de su creciente número de usuarios y de un uso más expandido de cara a la temporada navideña, caracterizada por su dinamismo comercial. En este contexto, las alternativas privadas de financiamiento popular cobraron gran importancia para los venezolanos, ya que pueden afrontar ciertos gastos aminorando el impacto inmediato en el bolsillo. Y mientras ven como inalcanzable el crédito bancario tradicional.
Los «estrenos», el «Niño Jesús», los adornos de Navidad para el hogar y demás tradiciones entran en el rango de uso de varias alternativas que permiten comprar bienes y servicios a mitad de precio y pagar el restante a plazo, mediante cuotas quincenales sin intereses.
Desde 2021, la economía venezolana empezó a mostrar signos de recuperación tras perder 80% del Producto Interno Bruto (PIB) que tenía en 2013. Este tímido rebote se sustentó en una dinámica primordialmente comercial, caracterizada por la venta de productos importados a precios bajos, mientras que la producción nacional permaneció en niveles mínimos.
Esta dinámica se mantuvo a flote gracias al consumo de la población que adquiría estos bienes importados y tras la dolarización de facto. Sin embargo, la inflación en bolívares y dólares, así como el estancamiento de los salarios propiciaron un techo corto para esta ola de consumo.
Durante el último trimestre de 2022 y todo 2023, el consumo sufrió una caída significativa y, por lo tanto, la actividad económica también. El escaso poder adquisitivo de la población y el nulo crédito personal formaron un cóctel que detuvo el poco consumo que había en el país.
Sobre las alternativas privadas de financiamiento, el presidente de la Cámara Venezolana de Comercio Electrónico (Cavecom-e), Richard Ujueta, comentó a TalCual que estas herramientas fueron vitales de cara al reinicio de actividades escolares, puesto que cientos de padres acudieron a estos microfinanciamientos para comprar útiles y uniformes escolares.
«El regreso a clases se paleó de forma importantísima con esos microcréditos. Las familias comprando morrales, útiles, ropa para los niños en cuotas muy pequeñas y créditos de 50, 80, 100 o 150 dólares, que permitieron a las familias venezolanas incursionar en esa área y tomar esos beneficios», recalcó.
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Este caso, casi anecdótico, recuerda la situación crediticia en el país. Opciones de financiamiento para cubrir montos de apenas decenas de dólares se convierten en una salvación para millones de venezolanos con salarios hundidos en el umbral de la pobreza.
De acuerdo con cifras de Ecoanalítica hasta mayo, el ingreso individual de 65% de la población laboral del país es de menos de $100. Otro 20% genera entre $100 y $300. Esto quiere decir que estos microfinanciamientos representan al menos la mitad de la cantidad de dinero que genera mensualmente 85% de la población.
Esta realidad explica el meteórico crecimiento de Cashea en el último año, pues la empresa aprovechó la ausencia de créditos bancarios para extenderse en el mercado venezolano y hacer crecer su base de clientes en tiempo récord.
Cashea alivia el bolsillo
De acuerdo con el fundador de Cashea, Pedro Vallenilla, hasta octubre de 2022 la aplicación contaba con 20.000 usuarios registrados. Un año más tarde, han registrado a más de 1.400.000 personas. Esta diferencia se traduce en un crecimiento de aproximadamente 6.900% en tan solo 12 meses.
Para el también director ejecutivo de la empresa, el crecimiento se debe especialmente a la confianza que ha generado la marca y que el principal método publicitario que han tenido es el «boca a boca» de clientes satisfechos, por lo que cuestiona que la propagación del servicio se deba únicamente a la indisponibilidad del crédito bancario. Incluso cree que su modelo puede ser complementario —y no sustitutivo— a la banca tradicional.
«Cashea ha adquirido popularidad a partir de la confianza y las buenas referencias de la comunidad y alianzas comerciales. La viralidad está en el boca a boca. Creemos que no somos un sustituto, sino una solución del crédito al consumo que tiene que existir en el país», argumentó en conversación con TalCual.
No obstante, los propios números de la empresa dejan en evidencia la necesidad crediticia de una población que no cuenta con la banca para cumplir con su principal función, debido a las políticas económicas del oficialismo. Según una encuesta aplicada por Cashea, hasta 90% de sus usuarios nunca han utilizado una tarjeta de crédito, incluso teniendo edad para tramitarla. «Siempre han estado por fuera de las instituciones financieras y han tenido poco acceso a productos de crédito», destacó Vallenilla.
Aunque con una muestra pequeña, estos números coinciden con una encuesta aplicada en la red social X, donde se pidió a personas menores de 25 años votar si habían utilizado alguna vez una tarjeta de crédito. De 71 personas que respondieron entre «sí» y «no», 60 contestaron negativamente, es decir, 84,5% de los participantes. Para la juventud, el crédito bancario es prácticamente una leyenda.
Para un trabajo periodístico:
A quienes tienen menos de 25 años ¿Han tenido tarjetas de crédito en Venezuela? ¿Cómo ha sido su experiencia?
— Brian Contreras (@BrianTurkish) November 6, 2023
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En este contexto, usualmente son las personas en este rango de edad las que más sacan provecho de las alternativas que empiezan a surgir al crédito bancario. En X, algunos usuarios compartieron sus experiencias utilizando Cashea y la mayoría de las anécdotas pasaban por lo mismo, compras muy pequeñas que ayudan a mitigar el impacto en un salario disminuido.
«Solo he comprado ropa, pero me ha servido para consentir a mi mamá con prendas de tiendas que sé que le gustan mucho, pero que no puedo pagar de contado. Las pequeñas partes de pago me ayudan a no desbancarme, pero poder hacer a otros felices», relató Isabel Cabello al ser consultada vía X.
La tasa de morosidad de Cashea es inferior a 1% y la empresa se encarga de recompensar a sus usuarios por hacer sus pagos a tiempo, otorgando cupones para reducir los pagos de las cuotas, como contó otra usuaria de X que optó por mantener su identidad virtual.
«Si no tienes el dinero completo a tiempo, te ayuda. Yo he comprado dos Roku. Todo bien mientras estés al día. Incluso me han dado cupones por pagar antes de la fecha. Me dieron cupones de 5 dólares que usas justo al momento de pagar tu compra y los abonan a la última cuota, así que, si vas a pagar 10, te descuentan 5 dólares», explicó.
Estas dos anécdotas encapsulan el tipo de operaciones que suelen ejecutarse en la aplicación. Vallenilla asomó que los rubros más populares dentro de Cashea son tecnología, moda y hogar; con una predilección importante hacia los teléfonos celulares, el producto para el cual más se solicitan financiamientos.
El monto promedio de los financiamientos solicitados por esta vía es de $100, lo que refuerza la idea de que este producto financiero tiene como público principal a ese segmento de la población que genera menos de $300 mensuales.
A pesar de que el principal «boom» ha surgido por parte de Cashea, esta tendencia se ha replicado en diversos sectores del comercio formal. Desde Cavecom-e, Ujueta resaltó que cada vez más locales comerciales se integran a esta tendencia de forma particular, sin ningún intermediario, y deciden aplicar el modelo «compre ahora, pague después» con sus clientes.
«Han surgido iniciativas locales, emprendimientos que han dinamizado el crédito aguas abajo. Lo han hecho empresas venezolanas a raíz de la ausencia de crédito. El comercio está entrando como actor para abrir esta iniciativa y ya se está viendo a nivel nacional. Son oportunidades que nacen de las crisis», sostuvo.
Tiendas Macuto aplica desde hace años un sistema de apartado mediante el cual todo cliente puede cancelar 40% del monto total del producto para reservar la mercancía y pagar el restante en un plazo de 60 días. Una vez que efectúe la totalidad del pago, retira su mercancía.
Como no se lleva el producto hasta pagar el monto total, no se considera parte del modelo «compre ahora, pague después», pero sí un intento de las tiendas por ofrecer soluciones al poco poder adquisitivo de la población.
Distinto es el caso de Mundo Total, que a mediados de año dio inicio a una potente campaña publicitaria para difundir su modelo de financiamiento, mediante el cual puede comprar productos ofreciendo una inicial de 50% y luego cancelar hasta tres cuotas, sin interés, para completar el pago.
Modelo similar aplica Novedades Venezuela, con la particularidad de que las cuotas se cancelan semanalmente y el pago se puede fragmentar hasta en 12 partes, por lo que el plazo del financiamiento es de hasta tres meses.
Techo corto
El impacto de estas alternativas de microfinanciamiento es innegable y se demuestra en su propagación, pues cada vez se hacen más comunes en el comercio venezolano. La ayuda a los compradores también es notoria, al hacer menos pesado el desembolso para adquirir un producto.
Sin embargo, como razonaba Vallenilla, es una alternativa que nace para complementar a la banca y no para sustituirla. El crédito bancario al consumo es fundamental para reactivar la economía y apuntar a su crecimiento sostenido.
La vocería oficialista promueve el uso del crédito y recalca su importancia en sus discursos, no en vano, Nicolás Maduro ha anunciado diversas medidas relacionadas con la actividad crediticia en los últimos dos años, con órdenes de financiamiento a mujeres, a emprendedores, a productores agrícolas o a empresas de telecomunicaciones.
Pero detrás del discurso, desde 2018 existe una política enfocada en restringir el crédito bancario a más no poder, que se instauró cuando se empezó a aplicar una estrategia para reducir la inflación, que tuvo como pilar la disminución de la liquidez monetaria en el sistema financiero con la esperanza de que menos bolívares contuvieran el alza del tipo de cambio y, de igual manera, se dilatara la velocidad con la que subían los precios.
Fue en este contexto que la banca empezó a sufrir el martirio del encaje legal, elemento que marca el porcentaje de las captaciones de depósitos que la banca no puede utilizar para prestar dinero. Inicialmente fue de 100%, restringiendo totalmente la actividad crediticia. En 2020 se redujo tímidamente a 93%, en 2021 a 85% y en 2022 aplicó otra reducción a 73%, que aún se mantiene.
Esta limitación se traduce en que, en teoría, por cada 100 bolívares que ingresen a la banca, solo 27 bolívares pueden utilizarse para préstamos. Sin embargo, se suman tasas especiales adicionales que restringen aún más el porcentaje de dinero que queda estancado en los bancos.
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A este diminuto espacio para los préstamos bancarios, se suma un sistema económico bimonetario que cuenta con más dólares fuera de la banca formal que bolívares bancarizados disponibles para la actividad crediticia y una economía sumamente diminuta. Como resultado, la cartera crediticia es prácticamente inexistente, pese a registrar una importante recuperación en los últimos 22 meses.
En este período, la cartera de créditos creció 347% al pasar de $292 millones a $1.307 millones (Bs 46.410 millones). A pesar de que es más de tres veces el tamaño que tenía a inicios de 2022, sigue siendo una cantidad insignificante para las necesidades de crédito del país.
Estos $1.307 millones representan apenas 1,4% del PIB del país, que se estima en unos 92.210 millones para el cierre de este año según cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI), referencia utilizada ante la ausencia de datos oficiales del BCV, que dejó de actualizar este indicador desde 2017.
A modo de comparación, en 2013 (último año de crecimiento antes de la debacle económica) la cartera crediticia era de aproximadamente $105.999 millones, lo que se traducía en aproximadamente 24% del PIB para aquel entonces.
El economista Hermes Pérez resaltó en una publicación de la red social X que, en condiciones normales, una cartera crediticia equivalente a 25% del PIB sería lo adecuado, por lo que actualmente debería haber unos $24.000 millones disponibles para el crédito, unas 18 veces el tamaño actual de la cartera.
«El crédito es fundamental para lograr el crecimiento y se considera una de las claves del Milagro Económico del Este asiático. Mayores créditos están asociados a más inversión, capital físico, humano y mejor tecnología. En contraste, aquí se mantiene un absurdo bloqueo al crédito que impide canalizar los pocos ahorros hacia el financiamiento productivo, necesario para crecer», razonó Pérez.
El insólito bloqueo del crédito en Vzla.
La política de un elevadísimo encaje impide el crédito en el país. Al respecto, la cartera de préstamos ascendió a $ 1.309 millones, según datos oficiales del 17/11/23, lo que equivale a 1,3% del PIB.
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— Econ. Hermes A. Pérez F. (@EconPerez) November 29, 2023
En efecto, el encaje legal es una de las principales barreras de la actividad crediticia en la actualidad, pero su disminución no solucionaría los problemas. El Sistema de Información Estadística de Conindustria (SIEC) hizo los cálculos y un coeficiente de encaje en 20% (53 puntos porcentuales menos que el actual) solo permitiría liberar $459 millones para créditos, muy lejos de las necesidades de la economía.
En este sentido, algunos actores proponen recoger los dólares en efectivo que circulan en la economía venezolana, que según el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) podría ser una masa de hasta $10.000 millones.
Es una cantidad mucho mayor que los Bs 56.484 millones ($1.590 millones) de liquidez monetaria —es decir, el dinero bancarizado en circulación— que registraba el BCV hasta el 17 de noviembre.
En síntesis, las condiciones no están dadas para que la banca incremente su capacidad crediticia en el corto o mediano plazo. Por lo tanto, los instrumentos de crédito al consumo no son ni siquiera una opción que se avizore en el horizonte próximo.
Es cierto que algunos bancos han ampliado el límite de crédito de las tarjetas de los pocos clientes que poseen este plástico, pero los montos no mejoran el financiamiento ofrecido por Cashea y además es una actividad incipiente que ni siquiera figura en las estadísticas sobre los medios de pago utilizados en Venezuela.
«Siguen siendo muy bajos los niveles de transacciones con tarjetas de crédito porque el tema es incipiente, está iniciando el proceso. Los bancos están dando pasos, pero con límites muy reducidos porque tienen un encaje legal muy alto», aseguró Ujueta.