El Ejército del ALBA, por Teodoro Petkoff
Hace poco publicamos un artículo aparecido en un libro de Jorge Giordani, en el cual éste fantaseaba (y jalaba) sobre el destino de los órganos del Presidente una vez que éste falleciera. Se preguntaba Giordani quiénes se disputarían desde la verruga hasta el «gran corazón» del interfecto. No nos dijo nada, sin embargo, acerca de qué pasaría con el descomunal ego del Presidente. Por lo pronto, es obvio que habría que emplear una urna paralela para darle sepultura junto a la de su dueño. Sólo un ego incontrolable puede colocar en órbita, sin anestesia, la idea del Ejército del ALBA.
Más allá de que la proposición carece completamente de seriedad, el modo como Ego Chávez la presentó revela meridianamente cómo entiende éste su relación con otros países, sobre todo con aquellos a los cuales subsidia económicamente. La fulana integración militar no es más que una de sus típicas bravatas, aliñada ahora con la necesidad que siente de distraer la atención de los venezolanos de los acuciantes problemas que abruman su vida cotidiana; pero hasta para lanzar una bravuconada de ese tamaño habría que tener respeto por los interlocutores. Mas, para eso se necesita un ego más o menos normal. Habló desde una soberbia imperial que daba por descontada la obsecuencia de los demás. El Gran Líder piensa que no requiere consultar con nadie. Simplemente cree que sus caprichos son órdenes que los demás aceptarían sin chistar. Lógicamente, se equivocó. De nuevo, Chacumbele se clavó el puñal él mismito. Soltar una idea de ese calibre sin siquiera haber explorado con los demás la recepción que ella podría tener, lo conduce a continuar deslizándose por el tobogán donde se ha colocado con su errática política, en particular la exterior. Cosecha, así, otro revés internacional.
En general, prácticamente ningún gobierno ha tomado en serio la idea y ni siquiera la han comentado, y sólo los directamente involucrados en el ALBA se han visto obligados a rechazarla, tanto por lo inconducente del planteamiento como por la desconsideración implícita en la arrogancia de su presentación.
Ecuador, que no forma parte del ALBA pero asistió como observador, descartó categóricamente la astracanada y el propio Sandinismo debió remendarle el capote a Ortega, aclarando que la proposición de éste debía ser tomada como meramente retórica, esto es, como paja, sin ninguna consecuencia práctica. Cuba, cuya sofisticada política exterior no es compatible con las extravagancias de Ego Chávez, de decir algo será alguna cortés generalidad, para no desairar al amigo. Luego, el «Ejército del ALBA» se disolverá como lo que es: humo.