El exquisito arte de la jaladera, por Simón Boccanegra
Hablando de Fidel Castro, Jacqueline Faria pronunció estas palabras: «Él nos señala con sus hermosas manos largas, sus hermosas manos cariñosas, que nos penetran, que nos abrazan, que rasguñan. Son manos demasiado características de ese comandante, que nos ha regalado más años de su vida para seguir acompañando este proceso revolucionario». Por su parte, el ministro de Educación Superior, ese malandro llamado Ramírez, en otro aquelarre celebratorio del cumpleaños de Fidel Castro, culminó su jaladota con la frase «¡Ordene comandante!» Este minicronista, con pena ajena, transcribe estas muestras de adulancia obscena, desvergonzada, fuera ya de toda reserva de pudor, nada más que para que algunos personajes, que hoy medran en la revolución pero que en otros tiempos se burlaban de lo que se conocía como el «culto a la personalidad» de Stalin y otros jerarcas comunistas, tuvieran algún comentario que hacer. Por su parte, este minicronista no tiene nada que agregar. Todo eso se explica por sí solo. Como la risita de Izarrita. Todo eso junto es un compendio de moral «revolucionaria».