El fiador del criminal, por Simón Boccanegra
La contumacia de Chacumbele en su adicción a engancharse con cuanto malviviente ejerce el poder en algún país del mundo, llega, en el caso de Siria, a extremos verdaderamente chocantes. Se puede decir que el mundo entero ha condenado la sevicia, la brutalidad, el espíritu criminal con los cuales el mandatario sirio ha reprimido a plomo limpio a su pueblo.
Para no extender demasiado la lista, basta con apuntar que la Liga Árabe, la organización que reúne a los países árabes, se ha contado entre los más enérgicos sectores del mundo que han condenado al régimen sirio y que han exigido al criminal que lo dirige que abandone el cargo para facilitar una solución política y pacífica a la sangrienta crisis siria.
Pues bien, mientras ocurre esto, el Presidente de nuestro país no pierde ocasión para elogiar a su colega sirio con los más estrambóticos ditirambos, asumiendo prácticamente en solitario (porque ni del Alba se oye algo) la indefendible defensa de un régimen tiránico y criminal, que en su inmisericorde ataque armado a su propio pueblo recuerda la manera como el Sha de Persia ametrallaba a su pueblo cuando este se alzó para finalmente derrocarlo (sin sospechar, por cierto, que el remedio tenía visos de ser peor que la enfermedad). Assad, el sátrapa sirio, debería recordar a Napoleón: las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse sobre ellas.
Chacumbele también debería dedicar una neurona, por lo menos, a reflexionar sobre el tema.
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