El fracaso rojo-rojito en Caracas, por Simón Boccanegra
De sus 441 años, diez los ha pasado Caracas bajo la égida del chavismo. En este mismo lapso todas las capitales suramericanas han echado pa’lante. Caracas, al contrario, ha desmejorado visiblemente. El contraste entre nuestra ciudad y Bogotá, para no citar sino una, la más próxima a nosotros, es pasmoso. Mientras la capital colombiana ha ganado en seguridad pública, en soluciones viales, en recuperación y creación de espacios públicos, en simple belleza física, haciéndose una urbe grata y acogedora, con una envidiable mejoría en la calidad de vida en todos sus sectores, Caracas, apenas con un poco más de la mitad de la población de Bogotá, ha desmejorado visiblemente durante la «década de plata», esa que Chacumbele vaticinó habría de ser la que arrancó en 1999. En particular en el municipio más grande, Libertador, donde se concentra el 60% de la población caraqueña., y en el que le sigue en magnitud, Sucre, que es tal vez el que se encuentra en estado más deplorable. En verdad, ha sido una «década de plomo», si nos atenemos a los indicadores que clasifican a nuestra ciudad como la más violenta e insegura de Suramérica. Caracas se ha tornado una ciudad hostil y amarga. Desde que se construyeran la Cota Mil y el «Teresa Carreño», en el primer gobierno de Caldera y en el de Luis Herrera, respectivamente, Caracas no ha conocido ninguna otra obra de envergadura que contribuyera a una mayor calidad de vida. La única obra grande, el edificio para la Galería de Arte Nacional (GAN), iniciado en el segundo gobierno de Caldera, diez años después todavía no ha sido terminado. Su sistema vial es prácticamente el mismo de hace treinta años, para un número de vehículos varias veces superior al que circulaba en 1980. No se ha adicionado ni un sólo parque o plaza a los existentes desde treinta años atrás. Peor aún, no hay ninguno del que no se pueda decir que no se ha deteriorado terriblemente, sobre todo durante la década de plomo. Sólo cabría señalar como tímidas tentativas de hacerle frente a la calamidad urbana en Libertador la recuperación del boulevard de Sabana Grande y la pintura nueva de los bloques de El Silencio, crédito que debe serle reconocido a Freddy Bernal. Mientras tanto, La Carlota espera por una decisión que entregue este espacio a la ciudad y lo salve de la voracidad inmobiliaria.