El ganador del 2020, por Ana Milagros Parra
Twitter: @amilagrosparra
Voy a decir algo difícil de digerir, pero ya es momento de dejar de hablar con eufemismos: Maduro fue el ganador del 2020. Más allá de la razón evidente (sigue en el poder), es que supo surfear el año en el que reinó la incertidumbre y lo terminó de pie y fortalecido.
Sí, sé que hubo muchos golpes fuertes el año pasado que pueden hacer pensar lo contrario, como las acusaciones del Departamento de Justicia de EE. UU. contra la cúpula de poder o el informe de las Naciones Unidas sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos dentro del territorio nacional. Son hitos importantes a los que no hay que restarles importancia, pero no definen la situación en su totalidad; puedes golpear a tu oponente, pero lo trascendente es quién queda firme al final de la pelea. Y no fue Juan Guaidó.
El chavismo no es monolítico, lo conforman distintos grupos que buscan proyectarse cohesionados porque saben que de eso depende su supervivencia, pero los desacuerdos y luchas de poder son parte del día a día. Política al final.
Esto hace al gobierno una organización inherentemente inestable, sobre todo cuando se depende tanto de la repartición de rentas para mantener la coalición dominante unida, por lo que el 2020 representó un desafío; sanciones fuertes y presión diplomática, Maduro supo cómo superar la situación, logrando imponerse sobre los otros grupos dentro del PSUV, minimizando cualquier amenaza y consolidando su poder, y la mejor prueba de todo esto es Jorge Rodríguez (ficha del presidente) siendo la cabeza de la nueva Asamblea Nacional.
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Y ahora que menciono al nuevo Poder Legislativo, hablemos de la oposición. Un gobierno interino que perdió apoyo/reconocimiento doméstico, se desconectó de las personas (fuente de su más importante capital político), y tan dividida, que parece ya no tener identificación, donde depende casi en su totalidad del reconocimiento internacional. El interinato actual luce como el fantasma de lo que hace dos años generó tanta esperanza y entusiasmo, al mismo tiempo que representó una verdadera amenaza para el gobierno.
Lo más sencillo es adjudicarle toda la responsabilidad a la oposición, que tienen una gran parte, claro está, pero no hay que perder de vista que el chavismo aplicó innumerables estrategias para evitar que se cohesionaran, porque oposición fuerte es oposición con potencial de desestabilizar, y ellos lo saben más que nadie.
Cooptación y represión
Cooptación y represión
Cooptación y represión
Repetir hasta que pierdan el rumbo, se peleen entre ellos, se señalen unos con otros y sean incapaces de aplicar una estrategia coherente y desaprovechen todo el capital político latente que hay en el país, para que cuando quiera celebrar unas elecciones con abusos y sin garantías, no sean un obstáculo. Divide y vencerás.
Todo esto pasó mientras volvían a buscar consolidar su poder institucional total, y le «hacían ojitos» a una «apertura» económica, que permitirá la existencia de una etapa donde se sentirá cierto bienestar en la población, dejando a muchos hablando de liberalización como si al final todo no fuese a discreción y beneficio de la cúpula de poder, con el Estado siempre presente en todo. Sin embargo, esto les dará espacio de maniobra, generará mayor apatía política en los venezolanos que se enfocarán en vivir sin prestarle atención a lo político, así que el gobierno tendrá más recursos y energías en lavarse la cara internacionalmente (hasta donde puedan).
Repito: hay que hablar con franqueza. Es importante para la oposición cambiar la estrategia y la narrativa, adaptarse a la nueva etapa política que comienza, con una nueva dinámica doméstica e internacional, pensando a largo plazo, sin dar soluciones inmediatistas y evitar repetir el mismo discurso de siempre.
Decir las cosas como son para poder construir lo que se quiere, porque el chavismo siempre será inestable y el descontento poblacional está siempre presente para su capitalización política.
Y en un entorno tan volátil como es el venezolano, todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Como me gusta repetir siempre; en política, 2 más 2 no es 4.
Ana Milagros Parra es Politóloga.
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