El gran gurú, por Teodoro Petkoff

Un joven de apellido Monedero, perteneciente a una agrupación política española, Izquierda Unida, que nunca pasa del 5% de los votos de aquel país, parece ser el nuevo gurú ideológico de “el proceso”. Sucede en la cátedra a Norberto Ceresole y a Heinz Dieterich, ese par de charlatanes, ya desterrados por Chávez de su momioteca ideológica. En la entrevista que le hiciera Alejandro Botía, publicada el lunes pasado, Monedero nos instruyó sobre la irrepetibilidad de los modelos socialdemócratas de Europa en América Latina: “El sistema de bienestar europeo, como te vengo explicando, funciona con unos elementos previos que no son replicables en América Latina”.
Hay en esto un supremacismo, una arrogancia etnocéntrica, europeísta, una visión imperial y discriminatoria del mundo, que, como todo ultraizquierdista de por allá, Monedero no alcanza a ocultar. La democracia, la economía mixta, la combinación de Estado y mercado, la seguridad social, la socialdemocracia, en suma —nos dice Monedero—, es cosa de nosotros los blancos, los educados, los herederos de dos milenos de civilización judeo-cristiana, pero a ustedes, mestizos de América Latina, venezolanos, caribeños, gritones, precariamente educados, herederos de caudillos y montoneras y que, además, no pasaron por dos guerras mundiales, lo que les sale es Chávez. Es que ni siquiera lo disimula.
En otra parte de la entrevista, que publicaremos más adelante, en una jalada homérica, suelta esta maravilla sobre la reelección indefinida: “¿Podemos a través de algo que es correcto en la teoría, que es limitar los mandatos, sacrificar las posibilidades que tiene un pueblo, hoy por hoy, de salir del siglo XIX y que se llama Hugo Chávez?” ¿Qué tal? Limitar los mandatos es una “teoría correcta” para nosotros los políticamente sofisticados europeos; vosotros, latinoamericanos de mierda, tenéis que aceptar a vuestros caudillos vitalicios o no saldréis nunca del atraso decimonónico. Añade Monedero: “El presidente sabe que es un factor esencial, y así lo lee el pueblo, para salir del siglo XIX y realmente pertenecer al siglo XXI”. Alguien en su entorno debería informarle que con esta clase de mamarrachadas convalidaba Vallenilla Lanz (1) la tiranía de Gómez, el “gendarme necesario”. Más cavernícola, imposible.
Pero hay más. Hablando de descentralización, se coloca en la tesitura del PP español, de otro tipo jurásico, esta vez Aznar, y nuevamente nos la niega. Las “autonomías regionales” son para nosotros, los civilizados españoles; “vosotros”, venezolanos, “va a ser muy difícil que entendáis qué está pasando ahora si no os fijáis de dónde venís”. Y de inmediato, colocándose el parche en el ojo y la pata de palo, loro al hombro, nos informa de dónde venimos: “Venís de un modelo político donde en nombre de la descentralización lo que se generó fue la fragmentación del país y el abandono de una gran parte de la población en nombre de ese principio democrático de la descentralización”. ¿Qué os parece, lectores? Creyera uno estar oyendo a Aznar augurando todas las calamidades para España a partir de su “descentralización” autonómica. Resulta, pues, que esta república ultracentralista, cuya administración provincial —y con ello la calidad de vida de una parte de los venezolanos— mejoró un tanto con la tímida descentralización que se adelantó desde 1989 —tras casi un siglo de hipercentralismo—, se habría “fragmentado” a partir de ese año, cuando empezamos a elegir gobernadores y alcaldes.
¿En cuántos “fragmentos”, chaval? ¿La pobreza venezolana y la desigualdad tienen algo que ver con la descentralización? El centralismo franquista, diría Monedero, es inaceptable, pero el de Chávez, ah, eso es otra cosa. Es revolucionario y, encima, tercermundista. Y ya se sabe que cuando un ultraizquierdista europeo descubre guerrilleros o coroneles “antiimperialistas” en el Tercer Mundo, tiene un orgasmo. Y se viene volando a enseñarnos los secretos de la revolución.
(1) Por cierto, Monedero, Laureano Vallenilla Lanz fue un positivista venezolano del siglo pasado que también creía en los hombres providenciales y vitalicios.