El gran reto, por Teodoro Petkoff
¿Cómo entender que tras cinco años de una de las peores administraciones que ha tenido la República, el Presidente haya conservado el respaldo de por lo menos un tercio (y en ocasiones un poco más) de la población? El chavismo, medido en términos de la popularidad de su máximo exponente, es minoría en el país nacional, pero es una minoría fuerte y muy motivada, que habla de un fenómeno social cuya significación no puede desestimarse. Es evidente que una parte relativamente considerable de la población continúa dándole a Chávez el beneficio de la duda. Todavía confía en él. ¿Por qué?
La respuesta nos la da la Biblia: no sólo de pan vive el hombre. Los discursos de Chávez, y algunas de sus iniciativas, crearon, y han mantenido vivo, un lazo afectivo y emocional muy poderoso, esencialmente con aquella parte del país que compone el vasto mundo de los excluidos y de los pobres. Chávez ha logrado conectarse con el sentimiento de irredención que anida en ese 60% de los venezolanos que vive en condiciones de pobreza, la mitad de los cuales está en la pura y simple miseria, dándole un cierto sentido de identidad y de pertenencia. Ciertamente, la situación material, y por ende espiritual, de los pobres no sólo no ha mejorado sino que ha empeorado al cabo de estos cinco años, pero, hay que repetirlo, no sólo de pan vive el hombre: el gobierno es malo, pero muchos sienten que es SU gobierno, no importa lo malo que sea.
Aquí se encuentra el reto más grande al cual debe hacer frente cualquiera que pretenda sustituir a Chávez en el gobierno. La alternativa a este, tras un RR triunfal o, en caso contrario, con vistas al 2006, sólo puede asegurar la gobernabilidad y la estabilidad política del país si logra que los pobres y los excluidos tengan la certidumbre de que ellos constituyen el centro de la preocupación del gobierno. Porque una sociedad donde las carencias de todo tipo, que agobian al 60% de la población, no sean atendidas prioritariamente –y que la gente lo perciba claramente así– no podrá gozar jamás de estabilidad y normalidad política y la democracia estará permanentemente en estado de sitio.
Chávez manipula groseramente el respaldo y el afecto de la parte del país que lo sigue. Con eso compensa, por ahora, la ineficiencia de su gobierno, que, en la práctica, no ha mejorado para nada la suerte de los humildes. Desmontar esa manipulación, sin embargo, no pasa sólo por evidenciar necesariamente la incompetencia de su administración, discutiendo la gestión concreta del gobierno –más allá del puro rechazo al Presidente–, sino por presentar el conjunto de políticas públicas de las cuales el país sienta que pueden dar respuesta a las terribles condiciones de vida de dos tercios de su población.
Reconciliar a los venezolanos implica que los excluidos sientan que ellos también importan.