El país lo obligó, por Teodoro Petkoff
En relación con el debate sobre el «currículo bolivariano» el presidente dio un paso atrás. Apenas se iniciaba la controversia sobre tan polémico asunto Chávez percibió que el bisturí que intentaba meter tropezaba con hueso. De modo que pisó el freno: «Podemos discutir eso todo este año, y hasta el próximo, y luego ir a un referéndum». Se dio cuenta que la temporada menos indicada para abordar esa materia es la de un año electoral como éste. El inefable «currículo» está impregnado hasta el tuétano del mismo espíritu de la reforma constitucional recientemente derrotada y mantenerlo en órbita conjuntamente con una disputa por gobernaciones y alcaldías habría sido, desde la perspectiva de sus intereses, un error táctico que podía resultarle muy costoso. Punto diferido, entonces.
Tal vez la inercia del espíritu triunfalista que embriagaba al oficialismo antes del 2D lo llevó a lanzar la reforma curricular.
Deliberadamente o no, en la práctica, sin embargo, los primeros escarceos le resultaron una suerte de globo de ensayo. El gobierno no pudo dejar de percibir que ahora hay una sociedad civil y política muy alerta. La reacción del país le mostró que después de la fracasada tentativa proto-totalitaria que fue la reforma constitucional, intentarlo de nuevo en el sensible terreno educacional lo habría llevado a una derrota aún más profunda. Lo que resalta en este episodio es la determinación de buena parte de los venezolanos –seguramente en temas como estos, mayoritaria– de no dejarse meter las cabras en el corral del control estatal sobre la sociedad.
Sin embargo, la posposición de la decisión sobre el «currículo» no significará la posposición del debate. Al contrario, ahora hay más razones para librarlo, incluso dentro del marco electoral, porque hay más espacio no sólo para criticar la proposición sino para tomar la iniciativa e, invitando incluso a los sectores oficialistas, diseñar un verdadero proyecto curricular; amplio, democrático, científico, no partidizado ni sesgado en lo ideológico, que pueda ser confrontado con el proyecto gubernamental. En definitiva, se trata de un mismo y único debate, aunque los protagonistas no sean exactamente los mismos del escenario electoral.
Al igual que el gobierno entiende que este año lo decisivo para sus propósitos se juega en las elecciones de noviembre, sus adversarios tienen la misma comprensión. A Dios rogando pero con el mazo dando. Hay un país a la expectativa acerca de cómo la o p o s i c i ó n partidista va a resolver el tema de las candidaturas unitarias, de modo tal que la cada vez más ancha ventana de oportunidades que se viene abriendo para la oposición pueda ser cabalmente aprovechada para bien del país.