El PCV es el verdugo de la segunda muerte de Alí Lameda
El miércoles 8 de julio ocurrió en Venezuela un evento digital para honrar a Kim Il-sung, el dictador de Corea del Norte que gobernó ese país hambreándolo entre 1948 hasta su muerte en 1994, cuando fue sucedido por su hijo Kim Jong-il. La actividad fue convocada «en ocasión del 26 aniversario de su eterna siembra».
En el homenaje participó como ponente Carolus Wimmer, secretario de relaciones internacionales del Partido Comunista de Venezuela. La tolda del gallo rojo también era patrocinante del evento.
Wimmer y el resto del comité central del PCV deben haber olvidado al camarada Alí Lameda, que no puede estar sino revolcándose en su tumba.
Recordemos a Alí, un poeta y traductor venezolano, militante del PCV que se enamoró tanto tanto del socialismo real que vivió en Checoslovaquia para luego pasar por Berlín del Este y finalmente recalar en Corea del Norte, a donde llegó fascinado. A Pionyang llegó en 1966 para trabajar como intérprete en la sección de español del Departamento de Publicaciones Exteriores, del Ministerio de Asuntos Exteriores de Corea. Conoció a Kim Il-sung y al canciller Park Hun Cheol, a quienes traducía en sus materiales de propaganda.
Pero ya sabemos cómo paga el diablo. Cuando el hombre comenzó a hacer algunas críticas, en comunicaciones privadas, a partir de la pobreza que se veía en ese país, fue arrestado por el servicio de seguridad y metido en una celda del Ministerio del Interior.
Fue torturado, interrogado, golpeado y hambreado durante un año completo.
Luego lo matuvieron en arresto domiciliario por apenas dos meses y fue arrestado de nuevo para ser enjuiciado en un proceso que terminó condenándolo a 20 años de trabajos forzados en un campo de concentración, de esos que mentaban «de reeducación».
Allí se enfermó, sufió parálisis en una pierna, llegó a estar famélico y terminó con un tumor en la espalda.
Fue liberado por exigencia diplomática de Venezuela en 1974, pues Caracas exigía su excarcelación para apoyar al régimen coreano en su pretensión de incorporarse a la ONU.
El caso de Alí Lameda está registrado en un informe de Amnistía Internacional fechado en 1979, convirtiéndose en el primero que se hizo sobre un ciudadano occidental que vivió el horror de Corea del Norte.
Cuando ya estuvo libre, y luego de operarse y recuperar su salud en Europa, Alí Lameda dijo, según publicó El Nacional el 20 de abril de 1975, que él había sido “víctima indirecta de la decisión del Partido Comunista de Venezuela (PCV) de ir a la pacificación y renunciar a la vía de las armas”, opción criticada por los partidos comunistas de Cuba, Corea y Albania, que acusaban al PCV de traidores y de haber vendido a la revolución venezolana. Su prisión había sido, según sus propias palabras, “una manera de cobrarse esa medida al PCV”.
Pues pareciera que ahora el partido tomó la decisión de terminar la tarea norcoreana y aplaudir a quien mantuvo en cautiverio y bajo tortura a su militante.
¿Qué está aplaudiendo el PCV? Que el propio Alí Lameda lo diga:
“Me llevaron a una celda y fui interrogado por las autoridades. Me exigían que confesase, en ocasiones me sacaban al mediodía y no me permitían volver hasta la medianoche, durante ese tiempo era continuamente interrogado”.
“El hambre era usado como un mecanismo de control. No nos daban nunca más de 300 gramos de comida por día a cada prisionero. Las condiciones de la prisión eran pésimas. No se podía cambiar la ropa por años ni los platos de comida”.
“La comida que te dan en prisión solo es apta para animales. Durante meses, a los prisioneros les privan de la comida adecuada. En mi opinión, es preferible ser golpeado aunque sea posible que te hagan papilla los dientes y resistir los golpes físicos. Que te mantengan continuamente pasando hambre es peor”.
Aquí puede leer más sobre la vida de Alí Lameda.