El peligro autocrático, por Teodoro Petkoff

Fue a partir de 1989 cuando en Venezuela se produjo la única gran reforma institucional que tuvo lugar durante el largo periodo de vigencia de la Constitución de 1961: el inicio de la descentralización administrativa y política del país. Sus dos aspectos más relevantes fueron la consagración de la elección directa de los gobernadores de los estados y la creación de la figura del alcalde municipal, cuya elección también quedó en manos de los ciudadanos. Por increíble que parezca, hasta 1989, hace apenas quince años, los gobernadores de los estados eran designados por el presidente de la República y no existían alcaldías. Aunque la descentralización ha marchado lentamente, poco a poco se han ido transfiriendo a las gobernaciones y alcaldías competencias del Estado central y centralizado y ello se ha traducido en una evidente mejoría de la administración pública regional. Hasta en estados y municipios con gobernadores y alcaldes deficientes son visibles cambios para mejor a lo largo de estos quince años. Lo importante es que el ciudadano está mucho más próximo de sus gobernantes y dependiendo el poder de éstos de los ciudadanos votantes y no del dedo del presidente de la República, el esfuerzo por hacerlo bien para no perder el favor popular le mete mucha adrenalina a su desempeño.
La diversidad política en gobernaciones y alcaldías viene a ser, también, una expresión de la propia pluralidad política de la sociedad y esa diversidad constituye un rasgo sustantivo de la fortaleza democrática del país. Chávez expresaba recientemente una versión del concepto de gobernabilidad, según la cual ésta exige la subordinación absoluta de todas las instancias del poder público al poder central.
Decía que un carro no puede andar bien si las ruedas no están perfectamente alineadas con el volante (y con la voluntad del chofer, se sobreentiende). Es la versión autocrática del poder. Chávez no concibe el poder como un ejercicio permanente de construcción de acuerdos y equilibrios entre componentes diversos de aquél, a través de una dinámica permanente de superación de desencuentros y/o discrepancias.
Tasca el freno ante la necesidad de gobernar teniendo que compaginar su acción con la de mandatarios regionales y locales de confesión política diferente a la suya. La inoperancia del Consejo Federal de Gobierno es la más evidente muestra de esa incapacidad de Chávez para manejar la diversidad política. Por eso quiere tener todas las gobernaciones y todas las alcaldías en un puño. Pero lo que da universalidad al poder, lo que lo expresa como manifestación de la variopinta composición política de la ciudadanía es la convivencia en la diversidad de las distintas instancias que lo componen. Mantener esa arquitectura de la relación entre el poder central y los regionales es una condición esencial para la sobrevivencia de la vida democrática.
De allí que defender la descentralización y la diversidad que la expresa constituye una exigencia democrática prioritaria para la ciudadanía. Las próximas elecciones regionales y municipales son un escenario decisivo en la lucha por impedir la consagración de un poder absoluto, carente de contrapesos institucionales.
Cómo moverse en ese escenario plantea una responsabilidad muy grande a la oposición, no sólo a nivel nacional sino, sobre todo, en los distintos planos regionales y locales donde operan los verdaderos actores del próximo proceso electoral. Por esto, la discusión con el CNE para superar el ventajismo y las irregularidades del RR tiene que incluir a las fuerzas regionales.