El poder se pone cómico, por Simón Boccanegra
El viejo Miqui dijo en estos días que «las encuestas las ganan los que las pagan». De lo cual debemos inferir que a lo largo de dos años y medio, por lo menos, el Gobierno ha gastado una verdadera fortuna pagando esas encuestas en las que Chávez aparecía con una popularidad que envidiaría Andrés Galarraga. Guzmán Blanco dijo alguna vez que los hombres de talento solían ser muy brutos, pero este minicronista cree que el poder embrutece a algunos hombres de talento. De lo contrario no se explicarían las consideraciones ontológicas de José Vicente sobre la condición terrorista de Ilich Ramírez ni esta sorprendente afirmación de Miqui sobre las encuestas. Aunque hay una más cómica todavía, producto del ingenio de García Ponce. Dice este prócer sin chamba que la administración pública está «infiltrada» por el enemigo, como lo demostraría un ministerio donde «el 70% de la gente votó en contra». Genial. Debo añadir, sin embargo, que lo que embrutece no es tanto el poder por sí mismo como el poder que se va derritiendo. Cuando la gente de poder siente que el piso se le mueve, que las gallinas comienzan a cantar como gallos, la angustia produce desvaríos.