El problema son las FARC, por Teodoro Petkoff
El comportamiento del Gobierno, y en particular el del Presidente, a partir de lo de las computadoras de las FARC, no ha hecho sino añadirle gasolina a la candela. Sus juicios sobre la Interpol ya le han valido tanto una nota de protesta del Gobierno chileno, que considera inaceptable la descalificación que hiciera Chacumbele de un jefe policial de aquel país, como una declaración de Javier Solanas, alto comisionado de la Unión Europea –quien cuando habla lo hace por todos–, que rechazó la descalificación del organismo policial internacional: «Ésa es una buena noticia para Interpol y para todos».
Además, el contraste entre el brutal lenguaje escatológico del Presidente y la mesura y ponderación del discurso de Uribe lleva inmediatamente a una conclusión: el Presidente venezolano está visiblemente nervioso y algo debe haber en esas computadoras que le hace perder la compostura.
En Lima trató de poner en juego los viejos trucos del guachamarón criollo. Después de haber insultado feamente a la canciller alemana, Merkel, fue y le soltó una parrafada en español, pidiendo excusas, que la señora, confundida, obviamente no entendió, y luego la besó. Pero Chacumbele, si no la pone a la entrada, la pone a la salida: inmediatamente inventó que la señora Merkel lo había invitado a visitar Alemania. El Gobierno alemán, también inmediatamente, se vio obligado a desmentir la especie. Tal vez creyó Chávez que hablaba con una versión femenina de Daniel Ortega o de otro cualquiera de los vivianes que se lo están viviendo. También se sintió obligado a pedir excusas a Rodríguez Zapatero.
Éste, naturalmente, las aceptó. Existe una vieja metáfora que se refiere al «viaje a Canossa». Fue el que un emperador germánico, que había insultado al Papa, se vio obligado a hacer a Canossa, donde estaba el Sumo Pontífice, para pedirle excusas. En eso se la pasa Chávez: viajando a Canossa. Al menos hay que admitir que sabe reconocer algunos de sus dislates.
Pero no bien se despidió del jefe de Gobierno español, éste dio una categórica declaración en la cual puntualizó, sin ambages ni circunloquios para que nadie se equivoque, que el problema en Colombia –y también más allá– son las FARC. Éste es realmente el meollo del asunto. Porque como todavía hay gente del mundo «progre» que sigue viendo en las FARC la guerrilla campesina de sus primeros treinta años, es bueno que se sepa que de eso no queda nada sino una federación de grupos de salteadores de caminos, dedicada al milmillonario business del narcotráfico y del secuestro. Hace rato que sus ideales socialistas naufragaron en el océano del capitalismo más salvaje y depredador. Una cosa es participar del esfuerzo para liberar rehenes y otra muy distinta asociarse con esa banda delictiva que deshonra las imperecederas aspiraciones de justicia y libertad que mueven al género humano.