El reto del 15A, por Teodoro Petkoff

La campaña electoral ha sido, en términos generales, pacífica y en la tónica tradicional de un país que a lo largo de nueve campañas presidenciales raras veces contó víctimas fatales. En Caracas, después del incidente de Alto Prado, la CD logró establecer una línea de respeto a la actividad oficialista; no así el comando Maisanta, que se ha hecho el loco ante ataques a activistas de la oposición por parte de grupos que se identifican con el gobierno. Tal el caso de ayer en la Plaza Candelaria, con el agravante de la complicidad de la Guardia Nacional y la Policía Militar con los agresores (ver páginas 4-5) . Pero, desplegado el mapa del país, la verdad es que los episodios de violencia han sido aislados y, hasta ahora, sin más que algunos ojos morados. Es el legado de una cultura democrática, amasada en más de medio siglo, que se está expresando en esta relativa recuperación de la tolerancia en medio de una campaña sobre la cual se abrigaban oscuros presagios.
En esto fincamos nuestra confianza en que el RR proporcionará una solución democrática y pacífica a esta larga y extenuante crisis política que agarrota al país. La conciencia de que esa solución depende de una decisión popular, que, por definición, supone dos opciones (ganar o perder), debe ser reforzada con una postura que no admite condicionamientos apriorísticos: el respeto a la decisión del electorado, sea cual sea. La campaña por el No ha hecho uso inmoderado y abusivo de los recursos públicos pero la denuncia de ello ha sido enérgica y, de hecho, se ha incorporado a la campaña por el Sí. En esas condiciones irregulares e ilegales por parte del oficialismo se ha desenvuelto el proceso, pero una vez que culmine y el veredicto quede en manos del electorado, el respeto a éste es una condición sine qua non para que el 15A pueda ser el punto de partida para la superación de la crisis y la recomposición de un indispensable clima de convivencia entre dos sectores que, en números redondos, serán, cada uno, la mitad del país –independientemente de que una mitad sea mayor que la otra. El respeto a los resultados debe significar, muy explícitamente, que la legitimidad del gobierno que decidan los venezolanos a través del RR y la eventual elección posterior no estará en cuestión, y que la natural controversia entre ambos sectores se continuará jugando sobre el tablero democrático, sin propiciar salidas extraconstitucionales.
Aquí no habrá un mandato hegemónico. El ganador no recibirá un cheque en blanco para ignorar y excluir a la otra parte. La política de desconocer los derechos del otro, adelantada fundamentalmente por Hugo Chávez pero también, y hay que decirlo, por sectores que en algún momento predominaron en la oposición, es la que nos ha traído hasta aquí. La lección implícita que saldrá del 15A es la de que o se reconstruye la convivencia civilizada o los desencuentros subsiguientes pueden comprometer gravemente la tranquilidad de la República. Ganadores y perdedores tienen que estar dispuestos a tenderse puentes mutuamente y, además, tienen que estar dispuestos a cruzarlos. Sólo así el 15A será una solución y no un nuevo momento de empeoramiento de la crisis.