El Rey Midas, por Teodoro Petkoff

La bestial depresión económica en que se encuentra sumido el país es el fruto de una concepción equivocada. El rumbo trazado por el equipo chavista condenaba la economía a un desempeño negativo, incluso si la situación política no hubiera sido tan inestable y conflictiva.
El Programa Económico de transición 1999-2000 estableció que “la política macroeconómica se centrará en consolidar la estabilización para continuar con el descenso progresivo de la inflación”. Para ello se utilizó como palanca la tasa de cambio: “La política cambiaria garantizará la estabilidad del tipo de cambio aplicado en el sistema de bandas vigente, priorizando el objetivo anti-inflacionario en el corto plazo”.
Se decidió mantener el esquema de bandas cambiarias heredado del gobierno de Caldera, pero no sólo sin los ajustes necesarios sino orientándolo hacia una tasa de cambio fija.
Grave error. La tasa de cambio se dejó deslizar muy suavemente a lo largo de esos años, hasta que el dispositivo estalló, en 2002, y se produjo la macrodevaluación, saltando el dólar de 750 a 1.300 bolívares.
El anclaje cambiario por supuesto que contribuyó durante tres años a hacer caer la inflación, pero al sostenerlo más allá de lo razonable se crearon las condiciones para la devaluación y el consiguiente retorno de la inflación alta (31% en 2002), perdiéndose con ello el esfuerzo realizado. En el camino se dañó severamente la actividad productiva. El anclaje cambiario dependía de una fuerte posición en reservas internacionales y estas, a su vez, de altos precios del petróleo, para lo cual se favoreció una política de recortes de producción de crudo, que dio buenos precios pero provocó la caída de la actividad petrolera y del empleo en el sector. Por otro lado, un dólar relativamente barato estimuló el incremento de las importaciones, afectando negativamente la producción interna y con ella el empleo. A su vez, un dólar barato, unido a la incertidumbre política, propicio una sostenida fuga de capitales, lo cual debilitó las reservas internacionales y con ello toda la base de la política adelantada, aunque ayudaba a mantener estable la tasa de cambio, porque la demanda era satisfecha.
La protección de la tasa de cambio condujo también a elevar las tasas de interés, tanto para encarecer los bolívares a fin de evitar que corrieran hacia el dólar, como para hacer más atractivo el ahorro interno, en bolívares, que el externo en dólares. Esto constituyó, desde luego, un factor adicional para deprimir la actividad productiva.
La política de anclaje cambiario no funcionó porque no era creíble. Si el continuo abaratamiento del dólar y la consiguiente sobrevaluación del bolívar permiten intuir una inevitable devaluación, la política se hace insostenible. Fue lo que ocurrió.
Saltó la tasa de cambio, se aceleró la inflación y en el trayecto fueron quedando las ruinas del aparato productivo así como la quinta parte de la población activa desempleada. Chávez nos ha resultado un rey Midas al revés. No vuelve oro sino caca todo lo que toca.