El síndrome electoralista y el Estado forajido, por Hernán Castillo
Autor: Hernán Castillo | @CastilloHernan
A partir de 1999 con Chávez, en Venezuela hemos estado frente a un Estado Forajido que ha cubierto las formas democráticas. Sin embargo, en términos generales, se puede afirmar sin temor a equivocarse que las contiendas electorales, han estado siempre plagadas de todo tipo de irregularidades, violencia, ventajismo, atropellos, abusos y extralimitaciones estatales. Las denuncias y los escándalos abundan.
Pero la condición delincuencial del Estado venezolano, se originó cuando Chávez declaró la neutralidad del Estado venezolano, entre la organización terrorista y narcotraficante de las FARC y el Estado colombiano. Ahora bien, una vez muerto Chávez, con Nicolás Maduro la condición de forajido del Estado venezolano se ha agudizado. De tal manera, que no es una irresponsabilidad clasificar al Estado venezolano como forajido, ya que el Derecho Internacional Público lo tiene bastante claro, así que no hay necesidad de entrar en detalles para el caso venezolano.
Sin embargo, desde el punto de vista de la lucha política, la definición del contrincante, adversario o enemigo, es vital, ya que supone las formas políticas de enfrentarlo. No se combate de igual forma y con los mismos instrumentos a un adversario democrático, que a una dictadura militar latinoamericana, a una clase política delincuencial, a un Estado comunista totalitario, o a un Estado fascista, entre otros. Y en este crucial aspecto de la lucha no hemos tenido en Venezuela una única y sólida posición. Hay sectores opositores que tienden hacia la cohabitación con el régimen y otros al enfrentamiento directo, lo cual se ha convertido en una enfermedad que no permite avanzar definitivamente. Mientras esta enfermedad, que ha hecho estragos en Venezuela, no se cure y este tema no se defina, no será posible el cambio político que tanto clama la sociedad venezolana y la comunidad internacional.
Es ingenuo pensar que la sociedad civil sólo con instrumentos democráticos podrá derrotar a un Estado forajido. Jamás la sociedad civil democrática, en ninguna circunstancia, tendrá los recursos y posibilidades de derrotar por si sola a un Estado delincuente. Puede que la sociedad civil en esa lucha logre importantes victorias parciales, limitadas y circunscritas a ámbitos locales, como en efecto la sociedad civil democrática venezolana ha tenido emblemáticas victorias, pero nunca por cuenta propia, logrará el poder central. No obstante, esas importantes victorias parciales han sido desnaturalizadas por todo el peso de los recursos del poder del Estado venezolano, hasta el extremo en que la espectacular victoria de la oposición, contra todos los pronósticos, alcanzó dos tercios de los diputados de la Asamblea Nacional el pasado 2015 y fue inicialmente desconocida y luego anulada por la ilegal convocatoria de una asamblea constituyente al servicio de Nicolás Maduro.
Sin embargo, también hay que señalar que el país tiene altas expectativas sobre las posibilidades de movilización política y protesta nacional en contra del régimen, que hasta ahora no han sido satisfechas por la Asamblea Nacional. Es justo también reconocer la validez de importantes cuestionamientos y justificadas críticas a la falta de iniciativas de esos dos tercios de diputados opositores en el enfrentamiento al régimen, lo cual ha generado profundos sentimientos de decepción y frustración que forman parte de la base emocional y los argumentos abstencionistas ante la ilegal convocatoria a unas elecciones presidenciales.
He venido sosteniendo la tesis, según la cual, la sociedad civil por sí sola no tiene medios democráticos para derrotar a un Estado Forajido como el que se ha venido gradualmente transformando el Estado venezolano. A un Estado forajido lo puede derrotar otro Estado, o una alianza internacional de Estados, con un sólido y masivo apoyo de la sociedad civil.
Ahora bien, la pregunta es, en el contexto actual venezolano de inexistencia de condiciones políticas y técnicas electorales transparentes y equilibradas para los distintos sectores, ¿Para qué votar? Ya la comunidad internacional se pronunció sobre el desconocimiento de cualquiera de los resultados que pueda producir la realización de unas elecciones presidenciales apresuradas e improvisadas, incluso violando la ley electoral.
En conclusión, no se trata de participar de cualquier manera. Si no hay condiciones para una campaña electoral presidencial equilibrada y lograr unos resultados aceptables para todos, no se debe participar. Pero lamentablemente, pareciera también que los tratamientos tradicionales de la sociedad civil, al síndrome de la enfermedad electoral, ya no tienen efecto para enfrentar al Estado venezolano.
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