El viraje, por Teodoro Petkoff
Es impresionante la cantidad de gente que cuando ve a Chávez rectificar algunas de sus conductas, antes de pensar que tal cosa tiene que ver, ante todo, con la propia lucha popular y con los efectos de ella en el primer mandatario, se dedica a minimizar este aspecto y a buscar en la «viveza» o «hipocresía» de Chávez las motivaciones de sus sorprendentes virajes. Pudiera uno denominar eso el «síndrome de la derrota», el prejuicio de que Chávez es invencible y que si echa pa’tras alguna vez no es porque tropezó con una resistencia mayor de la que esperaba sino porque es un «vivo» que después, y siempre, nos joderá. Sin embargo, no es así.
El Gobierno fue derrotado el 2D. Derrotado por el pueblo venezolano. El Gobierno salió políticamente debilitado de ese episodio y Chávez lo sabe. Su reconocimiento de la derrota no fue un acto de viveza sino de realismo. Ese día entró en acción un Chávez más «político», por así decir. Uno que percibió que ya no le bastaban las bravuconadas y las demostraciones de fuerza, para hacer frente a un país que comenzaba a escapársele de las manos. Además, un país cerrero, que tendría una nueva oportunidad de medirse con el gobierno en las elecciones de noviembre.
De modo que, sin cejar en su empeño de hacer avanzar su proyecto global, cada tentativa la midió contra la reacción que generaba y su efecto posible sobre el proceso electoral. Así, cada vez que metió el bisturí y tropezó con hueso, lo sacó. Frente al curriculo bolivariano se levantaron los educadores, los estudiantes, los partidos políticos y la sociedad civil. Si no se hubiera producido esta reacción Chávez, no habría diferido el tema. El reglamento de admisión de estudiantes en las universidades tuvo que negociarlo con éstas porque midió el alcance del conflicto que podía venir.
En consecuencia, retrocedió. La Ley de Pesca fue respondida con la paralización de los barcos por los pesqueros. Chávez echó atrás, para revisar la ley.
Bajó las tarifas del transporte urbano y los chóferes trancaron la ciudad. Lanzó la Ley Sapo y percibió, por una reacción que ni siquiera tuvo tiempo de coger cuerpo pero que anunciaba conflicto, así que rápidamente la tiró para atrás.
Sus propios disparates ante las Farc lo colocaron en franca desventaja nacional e internacional: no tuvo empacho en hacer una espectacular vuelta en U.
Hay un país vivo, alerta, combativo, que ha llevado a Chávez a rectificar conductas. Sin ese país no habría pasado nada y Chávez habría metido el chuzo.
Basta de ver, entonces un «genio maligno», que se las sabe todas, para ver en su lugar a un político hábil si, que sabe retroceder cuando está en desventaja, porque ve que no tiene alternativa, pero al cual, desde diciembre para acá es la lucha en diversos ámbitos la que lo colocado sin alternativa al retroceso. El vaso, pues, está medio lleno, no medio vacío, como siempre lo ven las víctimas del síndrome de la derrota.