Elefante en cristalería, por Simón Boccanegra

Nada más apropiado que esta figura para describir la actuación de Chávez en España. Sin el más mínimo tino ni comedimiento, con un talante que no corresponde para nada al de un jefe de Estado, en alguna de las oportunidades que desaprovechó para quedarse callado no se le ocurrió otra cosa que agraviar a la mitad de los españoles, a la que se identifica con el partido de Aznar, comparando la “tristeza” de esa España con la “alegría” de la de Zapatero. Ayer intentó corregir el pelón de bola proclamando su “amor” por “toda España”. En otro momento, su incontenible logorrea lo llevó a acompañar imprudentemente las palabras del canciller Moratinos sobre la actitud de Aznar durante el 11A, metiéndose así en un pleito que no es suyo. Ahora Moratinos tendrá que explicarse ante el parlamento. Un minuto después, simulaba consternación ante las huellas de los disparos del golpista Tejero en el techo del congreso. El tiro le salió por la culata pues un periodista español no resistió la tentación de recordarle la tanqueta que trataba de derribar las rejas de Miraflores el 4F. Para variar, dejó esperando a los empresarios españoles que iban a reunirse con él, dizque porque la entrevista con Zapatero se había prolongado mucho. Un boletín de la oficina de este informó que el encuentro había sido brevísimo. Después de haber rendido homenaje a las víctimas del terrorismo en Atocha, ahora va a Libia, para recibir de las manos de Gadaffi un premio por la defensa de los derechos humanos. Como se recordará la última gran hazaña terrorista del autócrata libio fue la voladura del avión de Panamerican, en Inglaterra. La medalla del premio, que podría tener la curiosa forma de un avión, para rememorar aquel episodio, que no sólo dejó sin derechos sino incluso sin humanidad a 258 pasajeros de aquella aeronave, destruida por orden del otorgante del premio. ¿Nadie podía explicarle a Chávez que una cosa es visitar a Gadaffi, a quien ya hasta los gringos perdonaron, después que el tipo cantó la palinodia, pero que no había ninguna necesidad de aceptarle el supremo acto de cinismo de ese premio, de ese precisamente, sobre derechos humanos? ¡Bon voyage!