En defensa de la carne y los carnívoros, por Miro Popić
Twitter: @miropopiceditor
La culpa no es del tomate que está tranquilo en su mata ni del puré de papas que llamaron patatas. Muchos menos del arte. Eso de hacerse un selfie frente a un Van Goh que está tranquilo en su museo maltratándolo con sopa enlatada de tomate, o un Monet lanzándole un puré desleído argumentando contra el petróleo, me parece una cursilería desastrosa y sifrina que en nada ayuda a la solución del supuesto problema planteado como excusa.
En mi época juvenil, lanzábamos piedras en contra de todo lo imaginable en pro de un mundo mejor, pero ese mundo mejor estaba, en parte, en los museos y en cuanto a la comida, era sagrada, sobre todo para los que pasábamos hambre. Las ideas se combaten con ideas, no con comida ensuciando arte. Doble pecado. Hay mucho de hipocresía en posiciones de protestas cómodas como estas y otras donde con falsos hechos se construyen posiciones casi morales, contradictorias. Como, por ejemplo, combatir el consumo de carne de res desacreditando la proteína animal o creando una hamburguesa de carne vegetal. ¿Carne vegetal?
Quiero asumir aquí la defensa de la carne y de los carnívoros como gestores del desarrollo humano y de la transformación de simios en bípedos pensantes, exponiendo lo discutido en el encuentro The Societal Role of Meat realizado en Dublin, Irlanda, el 19/21 de octubre recién pasado. El papel social del ganado es reconocido como demasiado valioso para la sociedad y no puede convertirse en víctima del fanatismo de unos pocos que en nombre de la sostenibilidad levantan falsas banderas para convertirlas en efímeras tendencias fácilmente rebatibles. Disculpen la comparación, pero ser carnívoro parece equivalente a ser heterosexual en redes sociales.
Urge una visión equilibrada para la agricultura animal si queremos enfrentar con éxito el desafío alimentario mundial. Hay más tres mil millones de personas que carecen de los nutrientes necesarios para vencer la desnutrición y eso no se puede combatir condenando a las vacas por más sagradas que parezcan.
Todos hablan de aumentar la disponibilidad de alimentos para dar de comer a todos por igual, o lo más equitativamente posible, pero eso no se podrá lograr nunca suprimiendo el ganado y sus derivados.
Como se dijo en Dublín, «los más altos estándares de evidencia bioevolutiva, antropológica, fisiológica y epidemiológica subrayan que el consumo regular de carne, lácteos y huevos, como parte de una dieta balanceada, es ventajoso para los seres humanos». Primero fue el verbo que la carne, es verdad, pero después de ella no hay narrativa que reemplace una buena punta trasera con yuca y guasacaca, menos con el estómago vacío.
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La cría reemplazó a la caza y desde comienzos de la civilización humana proporcionó la seguridad alimentaria de los pueblos. Incluso el feminismo está en deuda con la carne. En África hay comunidades donde el ganado es uno de los pocos activos que pueden poseer las mujeres «y es un punto de entrada hacia la igualdad de género». La ganadería es un método milenario de nutrición saludable y medio de vida seguro que proporciona «una sabiduría profundamente arraigada en los valores culturales en todas partes. La ganadería sostenible también brindará soluciones para el desafío adicional de hoy, permanecer dentro de la zona de operación segura de los límites del planeta tierra».
Se dice que los venezolanos somos un pueblo carnívoro, y como no íbamos a serlo si por años aquí hubo más ganado que gente. Las primeras reses entraron a la Provincia de Venezuela por La Vela de Coro en 1528. Allí comenzó el multiplico que alimentó las expediciones conquistadoras y luego a las tropas libertadoras a comienzos del XIX. El avance del ganado por las llanuras llevó a la creación de las primeras ciudades instaurando un nuevo modelo organizativo. No solo de carne y leche nutrió la res al venezolano, también de identidad. La importancia del ganado supera lo nutricional para incrustarse en la esencia misma de la nacionalidad, la familia, la fundación un país.
Los carnívoros nos sentimos perseguidos y acusados del desastre global por el calentamiento. Si bien es cierto que somos omnívoros, comemos de todo, la carne sigue siendo el alimento primario por naturaleza. Los primates se mantenían de vegetales hasta que la reducción de la vegetación los llevó a comer otros animales lo que contribuyó al crecimiento físico del cerebro. Fue el alimento que permitió las grandes migraciones. Forma parte de la dieta humana desde hace unos nueve mil años. Está en nuestro instinto, fijada en nuestras papilas gustativas, en nuestro sistema sensorial.
Comer carne nos hizo humanos. Dejar de hacerlo sería volver a la barbarie.
Para mí, todo vegano es sospechoso.
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Miro Popić es cocinólogo. Escritor de vinos y gastronomía.