En defensa de Maduro, por Laureano Márquez
Toca hacerlo. Como nadie ha salido en su defensa, este servidor se siente convocado por la injusta agresión del llamado “chavismo originario” (en lo sucesivo, chao) en contra del susodicho. La principal acusación que le hacen es la de haber traicionado el legado del comandante, cuyos postulados y obra son la quinta esencia del llamado chao. Nada más distante a la verdad. Para fundamentar mi deducción –y mi defensa–, me ceñiré de manera estricta a la llamada lógica aristotélica. Partamos de la premisa mayor: ¿qué es el chao? La respuesta la podemos ofrecer resaltando los rasgos esenciales de este chavismo originario:
- Destrucción del Estado de Derecho: para tal fin, además de quebrantar la legislación vigente sobre la cual llegó al poder y que nunca juró cumplir, el chao construyó un nuevo edificio jurídico a la medida de sus necesidades de sometimiento de toda disidencia que se pudiera presentar. Se aniquiló así la división de poderes y se hizo del poder judicial un órgano servil, a las órdenes del comandante.
- Aniquilación de la democracia: desde los tiempos del famoso primigenio “kino Chávez”, el chao construyó un sistema electoral que procuraba hacer mermar la representación de todo aquel que se opusiera. Para ello, se construyó progresiva y sistemáticamente un sistema electoral que fue conducido -hábil y gradualmente- del ventajismo sistemático al fraude abierto y descarado.
- Persecución a la disidencia: todo aquel que se opuso al chao, fue perseguido, expulsado de puestos de trabajo en el Estado. ¿Se acuerdan del famoso pito y de los 18 mil?, ¿se acuerdan de “dojo dojito”?, ¿se acuerdan de la lista Tascón? De la persecución se pasó al encarcelamiento, con juicios amañados, con una fiscalía parcializada que encarcelaba opositores y declaraba locos a los que levantaron su voz: ¿se acuerdan de Franklin Brito?
- Represión brutal de la oposición: de la persecución a la disidencia, el chao pasó a la represión y encarcelamiento de líderes opositores. ¿Se acuerdan de “me le echan gas del bueno”?, ¿de la jueza Afiuni, cuya prisión fue ordenada por “el galáctico”? La lista de violaciones a los derechos humanos es demasiado larga y estos escritos tienen limitaciones de espacio. Solo hagan ustedes memoria.
- Silenciamiento de medios: el chao cerró medios de comunicación (¿se acuerdan de RCTV?), amenazó a los que no cerró, persiguió periodistas, los encarceló, compro periódicos y canales de TV, demandó a otros hasta quebrarlos, les negó el papel, y tantos etcéteras.
- Destrucción del aparato productivo: para lograr tal fin, el chao expropió empresas (¿recuerdan el “¡exprópiese!”?), acorraló a sectores productivos con regulaciones destructivas, sometió y subordinó la voluntad política de la población a través del control de la distribución de alimentos, persiguió productores, destruyó progresiva y sistemáticamente todo aquello que cayó en sus manos.
- Corrupción desenfrenada: el chao, según uno de sus propios exponentes, se robó una tercera parte de los ingresos que entraron al país. Seguramente sus cifras son manipuladas a favor, pero démoslas por ciertas. Eso es mucho dinero. Ese es el dinero y el delito que hoy sanciona y persigue la comunidad internacional.
Establecida la premisa mayor en esta breve reseña de lo que es el chao, vayamos a la premisa menor: ¿cree usted que el susodicho reúne todos y cada una de los postulados y acciones que caracterizan la esencia del chao, más allá de los accidentes? Respondida esta pregunta en la intimidad del pensamiento de cada quien, toca concluir lo que la lógica del maestro griego ordena, más allá del conveniente autolavado de conciencia: ergo, no solo es el más conspicuo, claro y honesto representante del chavismo originario, sino que cuidado y si no es, incluso, como dice el dicho: más papista que el propio Papa (con el perdón de Franciscus), es decir el único exponente del auténtico chao, por algo fue ungido.
Se le atribuye a Aristóteles la frase “Amicus Plato, sed magis amica veritas” (soy amigo de Platón, pero más aún de la verdad). Eso asegura Ammonio en su obra «La vida de Aristóteles», pero para nuestros fines, podríamos revertir la frase llegando una similar conclusión a la inversa, partiendo de la misma lógica aristotélica: soy enemigo de Platón, pero más enemigo soy de la mentira.