En el filo de la navaja, por Teodoro Petkoff
Autor: Teodoro Petkoff
En el CNE fueron colocadas en observación 213 mil planillas del RR presidencial, de las cuales 148 mil corresponden a las llamadas “planas”. Esto significa que a través de un procedimiento aún no definido, para el cual se aprobará un nuevo reglamento puntual, el ciudadano cuya cédula aparezca en la lista de firmas en observación, deberá aclarar si firmó o no. Toca al ciudadano demostrar que él no es un pillo.
La presunción de inocencia, que es la base de todo sistema jurídico, es transformada por la Doctrina Carrasquero en presunción de culpabilidad: toda persona es delincuente hasta prueba en contrario. El ciudadano deberá demostrar que no es un pillo. El Directorio del CNE rechazó, incluso, la sensata sugerencia de la OEA y el Centro Carter de verificar a través de un muestreo aleatorio la legitimidad de las firmas y aprobó esa grotesca inversión de la carga de la prueba.
Esto se veía venir cuando se anunció un proyecto de reglamento (aprobado anoche también) que considera “sospechosa” la misma caligrafía no sólo en la firma sino en el renglón donde constan los datos del ciudadano.
Tal cosa no estaba prevista en las “Normas” para la verificación de las firmas, en las cuales sólo se mencionaba como causal de invalidación las firmas con similar caligrafía.
Y es lógico que así sea porque lo que hace “personalísimo” el acto de solicitar un RR es la rúbrica del ciudadano y no el modo como hayan sido consignados los datos que lo identifican.
Lo cierto del caso es que la mayoría del Directorio del CNE, en el empeño de eludir sus responsabilidades, ha trasladado a los ciudadanos la verificación definitiva de las firmas. ¿Cómo se realizarán los reparos? Todavía no ha sido establecido. ¿Quién garantiza que el ejercicio del “reparo” no va a ser obstaculizado por nuevos trucos y cambios en las reglas de juego? ¿Se contará con la participación de la FAN, para garantizar la seguridad de los ciudadanos? ¿Será un procedimiento sencillo o un galimatías tan engorroso y difícil de llenar como las actas de recolección de firmas, posibilitando a la mayoría del CNE aprobar en el camino nuevas reglas de juego para esas inefables situaciones “sobrevenidas”, como las denomina la Doctrina Carrasquero? Hemos llegado a un punto sumamente delicado de todo este proceso. La sensación de que la voluntad de millones de ciudadanos pueda ser burlada mediante trucos, los famosos “tricks” mencionados por Carter, no hace sino afirmarse cada día que pasa. Y con ella la percepción de que el país se aproxima peligrosamente a un punto de inflexión en su historia inmediata.