En plena Cumbre del Mercosur, por Félix Arellano
La Cumbre semestral de Jefes de Estado del Mercosur y sus países asociados se está efectuando, en su fase técnica y ministerial desde el lunes 29 y, el nivel de Jefes de Estado, está previsto para los días 1 y 2 de julio, por primera vez en formato electrónico debido a la pandemia y con epicentro en La Asunción, Paraguay, país que en esta oportunidad entrega la presidencia al Uruguay.
Resulta arriesgado aventurar conclusiones de un evento en pleno desarrollo, pero los problemas que mantiene el bloque son tan complejos y con diferencias políticas acentuadas, no será fácil lograr avances importantes en los temas de fondo, enormes retos para la presidencia que asume, por los próximos seis meses el Presidente Luis Lacalle Pou del Uruguay. En la Cumbre están planteados como temas centrales: los efectos de la pandemia, el estado de la integración y los avances en la agenda de la internacionalización del Mercosur. Al respecto, está prevista la intervención de varios invitados internacionales, en particular las autoridades de la Unión Europea.
Mercosur arrastra desde hace varios años problemas complejos que tiene que ver con su estructura funcional e institucional; en estos momentos pudiéramos decir que uno de los temas más acuciantes tienen que ver con el funcionamiento de la unión aduanera, con especial atención en las negociaciones comerciales internacionales; empero, la lista es larga y, entre otros, destacan las restricciones que se mantienen en la zona de libre comercio; el estancamiento en la negación del libre comercio de servicios y la conformación del mercado común; las limitaciones del mecanismo de solución de diferencias y el déficit de equidad en el funcionamiento del bloque.
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Son múltiples los problemas y no son nuevos, pero han sido desplazados por otras prioridades; por ejemplo, la fantasía ideológica de los radicales, que coincide con la incorporación del proceso bolivariano como miembro pleno, privilegió el discurso anti sistema, menospreciando los aspectos técnicos del comercio. Luego fueron varios años lidiando con el problema bolivariano que ellos crearon, con la excepción del Paraguay, que nunca aprobó la incorporación del proceso bolivariano.
La aplicación de la Cláusula Democrática y la consiguiente suspensión (no expulsión) del gobierno bolivariano, bajo la tormenta, pero no significó la atención de los temas prioritarios; por el contrario, buscando áreas de coincidencias se concentraron en una ambiciosa agenda de negociaciones comerciales internacionales. Tal agenda logró impulso al concluir, luego de veinte años, las negociaciones con la Unión Europea (UE). Pero todo indica que el proceso de ratificación está cargado de incertidumbres.
La culminación de las negociaciones con la UE aceleró otros procesos pendientes: Canadá, Corea del Sur, Singapur, India, Líbano; indiscutiblemente una agenda ambiciosa y, para complicar el panorama, crecieron las divergencias políticas y personales entre Argentina y Brasil. La posición del Presidente Bolsonaro resultó radicalmente crítica contra el nuevo gobierno argentino de Alberto Fernández, complicando los avances en la agenda del Mercosur; luego, por si fuera poco, llegó la pandemia del covid-19.
Pareciera que Mercosur enfrenta de nuevo el fantasma del estéril debate ideológico, que solo destruye y no resuelve nada. En esta oportunidad, cargado de personalismo, pero igualmente paralizante.
En este contexto se podría inscribir el rechazo del Presidente Alberto Fernández a la agenda de negociaciones comerciales, posición, que si bien rápidamente revisó, dejó abierta una herida que conlleva el cuestionamiento, tanto de la ambiciosa y compleja agenda de negociaciones, como de la dinámica de la unión aduanera.
En el marco de las crecientes visiones criticas al Mercosur, preocupan las posiciones que asumen algunos grupos que, al cuestionar las limitaciones del bloque, ponen en duda la conveniencia de mantener acuerdos con sus vecinos. Parecieran posturas radicales, con una dosis de xenofobia. Es cierto que las relaciones con los vecinos tiene un marcado carácter político, pero abarcan una amplia diversidad de temas, excluir el comercio sería negar la importancia de diversificar los mercados y lo estratégicos de los socios comerciales en la dinámica económica mundial.
Con los vecinos no corresponde dudar sobre las relaciones comerciales, lo que se debería analizar es la profundidad de tales relaciones y, en ese contexto, todo parece indicar que no resulta muy eficiente avanzar en una visión rígida de la unión aduanera. En este contexto, uno de los temas centrales en la agenda de la presidencia del Uruguay, debería ser la revisión de la unión aduanera, tanto la situación del arancel externo común (AEC), como la determinación de que las negociaciones comerciales deben ser en bloque.
Cabe destacar que el tema de las negociaciones está cambiando, de hecho en el acuerdo negociado con la UE se permite las aplicaciones individuales con tiempos diferentes.
Todos los temas son complejos, lo ideal sería las negociaciones en conjunto ya que fortalecen la capacidad negociadora, pero también condicionan al ritmo del más lento y se pueden transformar en una camisa de fuerza. La creatividad nos debería permitir avanzar en el objetivo de: “apertura con el mundo, integración con la región”, esto significa, la mayor cantidad de compromisos y en mayor profundidad con la región, sin menospreciar al resto del mundo.