De enemigos, adversarios y emergencias, por Alejandro Oropeza G.
“El Ur-Fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes.
Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada
una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo”.
Umberto Eco, 1995: Conferencia en la Universidad de Columbia.
Los fenómenos políticos del fascismo y del totalitarismo han motivado innumerables estudios por parte de investigadores de diversas disciplinas a lo largo y ancho del mundo, desde la posguerra de la II Guerra Mundial. Basta nombrar dos de ellos para comprender el universo que encierra la aparición de estas realidades políticas: en primer lugar, la filósofa alemana Hannah Arendt publica en 1951 el extraordinario trabajo: “Los orígenes del totalitarismo”, magistral obra que analiza la aparición y las características definitorias de tres regímenes políticos, a saber: el III Reich nazi; el férreo gobierno estanilista en la URSS, a los cuales califica como <totalitarismos> dada su pretensión de eliminación de cualquier control o restricción al poder del Estado y la dilución en dicho Estado de la sociedad misma; y tercero, el fascismo italiano de Benito Mussolini, calificado más como <autoritarismo nacionalista> que como totalitarismo propiamente dicho.
En segundo lugar, recordamos la famosa conferencia del semiólogo italiano Umberto Eco en la Universidad de Columbia en 1995, en la que identificaba catorce elementos definitorios de lo que denominaba el “Ur fascismo” o fascismo eterno. Pero, fijémonos que en nuestra muy vapuleada Tierra de Gracia, dos investigadores han dado aportes extraordinarios y capitales al estudio de estos regímenes y sus acomodos a las realidades de América Latina en general y de Venezuela, en particular. El primero de ellos publicado por Humberto García Larralde, editado por Debate en 2008 titulado: Fascismo del siglo XXI; y, el segundo, un muy detallado y concienzudo trabajo de Miguel Ángel Martínez Meucci editado por Alfa en 2012, que lleva por título: Apaciguamiento. El referéndum revocatorio y la consolidación de la revolución bolivariana. Ambos amigos y miembros del Observatorio Hannah Arendt. Humberto fue el subdirector fundador de esta organización en 2006 y en la actualidad preside el Consejo de Honor. Miguel Ángel, por su parte, se incorpora posteriormente y es miembro activo de su directorio.
No sé si será una indiscreción, pero vale decir que Humberto trabaja en la segunda entrega de su capital estudio sobre el fascismo en estas latitudes. Ciertamente, existen muchos otros excelentes y concienzudos trabajos sobre la materia además de los señalados entre los que vale mencionar: el estudio compilado por Carlos Kohn y Rodolfo Rico: “Hannah Arendt. De la teoría a la política”, una coedición de la Editorial Equinoccio de la Universidad Simón Bolívar de Caracas y el Observatorio Hannah Arendt, publicado en 2014; igualmente, tenemos la compilación de Tomás Páez Bravo, miembro fundador del Observatorio y actual directivo del mismo: “Democracia y autoritarismo en América Latina”, editado en 2015, también por Equinoccio y el Observatorio (de la cual se prepara una segunda edición en Madrid, España, que verá la luz muy pronto); y, para hacer la lista corta está la edición al cuidado de Benigno Alarcón D., y Miguel A. Martínez: “Transición democrática o autocratización revolucionaria”, publicado en 2016 por la UCAB. No pocos son los artículos y trabajos producidos desde y en Venezuela referidos al tema, lo que de suyo advierte, no solo sobre la importancia de la temática para la investigación de la ciencia política nacional, sino el reconocimiento e identificación de aspectos y elementos en nuestras realidades que es menester registrar y analizar en su justa medida.
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De esta manera y con tal capacidad analítica de la realidad nacional, difundida desde muy diversas organizaciones e instituciones, es posible advertir la evolución y la realidad instalada en nuestros predios socio-políticos que tienen por elementos característicos aspectos que han definido a lo largo del tiempo regímenes con comportamientos e intenciones de control y dominio que han padecido otras sociedades. Aspectos que, como cabe esperar, han evolucionado y se han adaptado a las condiciones emergentes de las sociedades y de los sistemas políticos en donde hallan acomodo. Componentes que, digamos, han penetrado las estructuras de la acción política del Estado para desmantelar el andamiaje democrático e institucional de algunos sistemas políticos democráticos en América Latina o bien han perfeccionado las posibilidades y estrategias de control de las sociedades a través de muy diversos medios.
Por supuesto, acá es imposible efectuar un análisis de tales estrategias, dadas las limitaciones; pero sí pudiésemos detenernos muy rápidamente sobre dos o tres de tales variables definitorias. Para lo cual, me permitiré acudir al maestro italiano Umberto Eco. Se considera necesario identificar tres aspectos claves sobre los que es necesario reflexionar y pensar: la noción o idea del enemigo político contrapuesta a la del oponente o adversario, aspecto este heredado del alemán Carl Schmitt y, el tercer aspecto tiene que ver con la conveniencia de generar o estimular un estado de emergencia permanente.
Eco, en los componentes 4 y 9 de Ur Fascismo identifica: el rechazo del pensamiento crítico y el principio de guerra permanente, respectivamente. Y hemos afirmado que tales componentes han venido evolucionando y adaptándose a las realidades del mundo contemporáneo por lo que las posibilidades de impacto y de convivencia de estas variables también se han adaptado a nuestro mundo. Veamos: el rechazo del pensamiento crítico juega a favor de la calificación del adversario u oponente político como enemigo, al cual es menester destruir y aniquilar (Carl Schmitt). Las vías, los medios clásicos para lograr estos fines eran y son: las calificaciones de apátridas, traidores, corruptos, agentes de potencias extranjeras y un largo etcétera. Tales atributos de descalificación, clásicamente (repetimos) provenían de quienes detentaban el poder, el dominio.
El segundo aspecto, el del estado permanente de emergencia jugaba o juega en dos ámbitos: el enemigo externo, que pretende intervenir y lo hace para afectar negativamente los logros y las metas del régimen, y un enemigo interno del cual son parte aquellos a los que es necesario exterminar y que deben ser identificados y neutralizados, ya que ellos entorpecen y entraban los gloriosos logros del Estado. Esta situación de guerra permanente o de emergencia también clásicamente es ejercida y diseñada desde quien o quienes detentan el poder, el dominio. En este sentido, recordemos aquel poema de Kavafis “Esperando a los bárbaros” de 1904 ¿Alguna duda de que estos elementos se encuentran presenten en adaptaciones evolucionadas de este tipo de regímenes en la actualidad? Al adversario político que posee un pensamiento crítico no alineado con la ideología dominante se le trata de traidor, apátrida, agentes de potencias extranjeras, etc., y se le persigue, juzga e inhabilita para participar en la diatriba política o simplemente se le condena a la prisión política y al ostracismo. Del aspecto referido al estado de emergencia permanente o amenaza siempre presente, pues vemos cómo igualmente se encuentran elementos que siempre obedecen no a la incapacidad o desinterés del régimen para diseñar políticas públicas eficaces y eficientes; sino al impacto de “otros” aliados a los enemigos internos. Pero el objetivo es terrible: mantener ocupada a la sociedad en la propia supervivencia y en la amenaza para que desvíe la mirada de la acción del Estado que la constriñe y maniata.
Quizás el elemento “clásico” que se identifica o aprecia en estos dos aspectos es que dichas estrategias y acciones provienen del régimen que detenta el poder – dominio. ¡Ah! Pero hemos afirmado que estas estrategias y acciones han evolucionado y son complementadas por emergentes y contemporáneas formas que coadyuvan con la construcción y definición de estos digamos neo-ur fascismos ¿En qué consisten?
Es temible la constatación. El régimen que detenta el poder – dominio ejecuta sus estrategias clásicas como es ciertamente dado pensar. Pero, he ahí la evolución de las variables: la propia sociedad que se opone o que padece a dicho régimen a partir de cierto momento comienza a hacerle el juego al mismo y coadyuva con la estrategia de dominio. Rota la estrategia de acción política-social, el oponente principal o exclusivo ya no se identifica en el régimen que domina y somete a la sociedad, sino en los actores políticos que se oponen al régimen opresor. Así, las responsabilidades que mantienen sometida a la ciudadanía democrática se piensa que no provienen del régimen opresor sino de los factores que se oponen al régimen. No se descalifica la acción de gobierno que mantiene a la sociedad sumida en un estado de emergencia permanente sino a la oposición política que adversa a ese régimen. De esta manera, las descalificaciones y la definición de enemigo que es menester exterminar ya no provienen tan directamente del poder como de la sociedad misma. El patíbulo político no lo erige el régimen dominante en la plaza, no necesita hacerlo, ¡lo erige lo que queda de la propia sociedad democrática para decapitar a sus propios liderazgos!
Los responsables de la situación de emergencia permanente, de la caída estrepitosa de la calidad de vida no son identificados en los funcionarios del régimen, sino en los líderes traidores de la oposición democrática, vendida y entregada al régimen, ya que, se piensa, convive con ellos, porque le conviene la permanencia y mantenimiento del statu quo que corruptamente los beneficia ¿Las pruebas? Poco importan, lo importante es el linchamiento público de una dirigencia acosada desde el régimen dominante y desde la sociedad misma y, por tanto, exhausta y con muy escasos recursos discursivos.
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Así, a la par de la aplicación “clásica” de las estrategias por parte del régimen surgen estas evolucionadas que hacen que la sociedad misma ciegamente entregue, decapite y pierda sus liderazgos políticos ni siquiera por la acción del poder – dominio, sino por la acción de la sociedad misma, definitivamente extraviada. Quien manifieste la legítima intención de liderar una acción política para hacer frente al poder – dominio es un ambicioso que rinde sus ambiciones traidoras a los pies del tirano y que merece el desconocimiento por conjurado y por querer hacerse de una parte del botín. De esta manera se cierran todas las puertas a la acción política y comunicativa del liderazgo democrático, quedando el régimen solitario en su dominio. El poder – dominio solo debe atizar esa hoguera y esperar que uno a uno los liderazgos desaparezcan y la sociedad se quede cada vez más sola y abandonada. Los líderes se marchan y abandonan la arena política o no tienen a quienes convocar ni dirigir sus mensajes y estrategias de acción política; y hasta se los puede liberar de las cárceles políticas ya que no poseen ni poseerán liderazgos reconocidos en la sociedad que los execra; pues el pensamiento al parecer es: “Quién sabe qué habrán entregado y cuánto dinero recibirían para salir libres, mientras nosotros padecemos el sufrimiento”.
Así, la sociedad democrática extravía la capacidad de organizarse fundamentalmente porque la confianza, que es el elemento aglutinador y definidor de sí misma, se encuentra extraviado. Se convierte en una masa anónima dando tumbos en redondo en un ámbito que desconoce, niega y rechaza, esperando una solución milagrosa que provenga de cualquier lado menos de su propio seno. No existen espejos donde reflejarse y reconocerse a sí misma. Los primeros los partió el régimen, los restantes los rompe la sociedad; entonces, no existen liderazgos que puedan diseñar y convocar a un destino reconocible y reconocido por una mayoría. Se abandona y destruye la posibilidad de generar acuerdos para renovar los pactos en la esfera pública, fundamentalmente porque esta ha sido abandonada y el repliegue es al ámbito personal de satisfacción inmediata de las necesidades primarias. Es decir, se renuncia voluntariamente a la acción política.
Si no hay confianza no hay posibilidad de construir ciudadanía y mucho menos libertades ciudadanas o de cualquier tipo. El régimen que detenta el poder – dominio tiene que hacer muy poco para terminar de subyugar a la sociedad, ya que es la sociedad misma quien se subyuga y decapita, en la persona de sus liderazgos
Más aún, otro aspecto que emerge de la evolución es que, además de que dichos liderazgos son perseguidos y rechazados por la sociedad; ellos mismos se persiguen, rechazan y destruyen entre ellos. Y el régimen solo contempla la carnicería de los liderazgos opositores en beneficio propio.
¿Acciones? ¿Estrategias? ¡Muchas!
Pero el primer paso es recuperar la confianza en nosotros mismos como sociedad e identificar al adversario, al oponente real.
WDC