«Enfrentamientos», por Simón Boccanegra
La relativamente pacífica población de Ocumare del Tuy vivió horas de miedo días atrás, cuando el asesinato de tres jóvenes por parte del BAE (ex PTJ) fue presentado como un encuentro de policías versus malandros. Sin embargo, en el pueblo ruedan otras versiones, entre otras la de que los tres jóvenes fueron levantados de sus camas, entre 4 y 5 de la mañana y ultimados, sin que haya habido encuentro alguno. Al mismo tiempo se niega la versión policial de que se trataba de malhechores y, por el contrario, se asevera que uno de ellos no lo era, y que los tres estaban en proceso de reinserción. La policía insiste en que se trata de malandros que hicieron resistencia a la autoridad; la gente del pueblo niega esa versión. Todo, como es natural, luce turbio, pero una vez más saca a la luz los ya generalizados cuestionamientos a los procedimientos policiales. Este escribidor no está en condiciones de opinar sobre la conducta de los tres muertos, pero sí le llama la atención la frecuencia con la cual los «famosos» enfrentamientos entre policías, sobre todo del BAE, y presuntos hampones arrojan como saldo la muerte de los delincuentes, reales o presuntos, sin que en esos supuestos enfrentamientos se produzca alguna baja del lado de los agentes del orden. En Venezuela no existe pena de muerte y ninguna autoridad puede aplicarla, como no sea en defensa propia.
¿Fue ese el caso de Ocumare? Los vecinos dicen que no. Lo de Ocumare, que se repite en muchos sitios del país, pareciera hablar de la existencia de pena de muerte tácita, aplicada en la forma y circunstancias que hemos explicado. Que, por lo demás, no implican juicio alguno. Si en el país existiera una presión pública para la creación de la pena de muerte, discútase el asunto y, eventualmente, apruébese la ley respectiva pero aplíquese, entonces, con el juicio de ley previo.
Nadie puede garantizar que los numerosos supuestos hampones muertos hayan sido tales y es sobradamente conocida la tendencia a la aplicación de la justicia sumaria. Muchos justos deben haber pagado por pecadores, porque esas muertes, por lo general no se investigan, pues los muertos son pobres y ya se sabe que a pesar de la cháchara revolucionaria estos permanecen con los derechos chucutos.