Engorilado, por Teodoro Petkoff
Alguien que le dé un tranquilizante a este hombre. Que le metan una dosis doble de litio. Esto es una campaña electoral, hombre, no una guerra civil. Siempre en su delirio épico, se sentía José Félix Ribas, en 1814, reclutando a los muchachos de la universidad y el seminario para llevarlos a enfrentar a Boves en La Victoria. Con su tono más feroz llamó a la muchachada del PSUV «a la batalla», a «salir a la calle» para «defender la patria amenazada» –que por cierto, tuvo las pelotas de decir que ésta es él mismo: «quien está contra Chávez está contra la patria». ¿La patria amenazada? ¿Por quién? ¿Por unos chamitos y chamitas con las manos pintadas de blanco? Por Dios, Chacumbele, un poquito de sentido del ridículo no te haría daño. Sin embargo, desgraciadamente, estos discursos de barricada de cartón piedra, más allá de sus dislates, tienen que ser tomados muy en serio porque generan consecuencias. Bastó que hablara de «gas del bueno» para que las policías agredieran a los estudiantes. Y encima de esto, esas palabras inflamadas le sueltan la cadena a los pitbulls de Lina Ron y de esos denominados, paradójicamente, «colectivos de trabajo», cuyos «servicios» pagaba la Alcaldía Metropolitana, y que ayer vimos «tomando» el Ateneo de Caracas, cual si de Iwo Jima se tratara.
Algo debe estar pasando con los números de las encuestas, que tienen hidrofóbico al Jefe del Estado. Algo no le debe estar cuadrando, porque éste no es el mismo tipo sobrado de otras veces. Su lenguaje siempre ha sido destemplado, full de truenos y centellas, pero ahora luce claramente sobrerreaccionado. Quiere asustar y, con el debido respeto, lo que da es risa. Su coartada es que hay un plan golpista.
Pamplinas: A menos que Chacumbele se tome en serio los correos de Internet de los robert alonso de este mundo, esa ultraderecha desaforada, que desde Miami viene a ser el reverso de la misma moneda de violencia verbal que tiene en su anverso la efigie de Chacumbele, pero que no es más que pirotecnia palabrera.
Hay otro ámbito de la violencia oficialista que no debe dejarse pasar por debajo de la mesa. Es la toma de la Alcaldía Metropolitana y dos más de sus instalaciones administrativas, por parte de la punta de zánganos armados que aducen que ese es «territorio de la revolución». El ministro del Interior ni siquiera le toma el teléfono al alcalde Ledezma, la Fiscalía se hace la loca. No hay instancia ante la cual ocurrir.
Quienes deben garantizar el orden público, con su silencio y pasividad, protegen a los tomistas. ¿El Aissami no sabe nada de lo que está pasando? ¿Chacumbele, a pocas cuadras, tampoco? Miles de trabajadores, todos provenientes de la administración anterior, están en la calle, sin poder acceder a sus sitios de trabajo. Aquí se está produciendo un atronador desconocimiento de la voluntad popular.
¿O es que los votos de Ledezma valen menos que los de Jorge Rodríguez? Por cierto, ¿éste no tiene nada que decir ni hacer ante este atropello brutal que se comete en su propia jurisdicción? No hay peor negocio que sembrar vientos.