Entre la semana de la lactancia materna y el amamantar, por Marianela Herrera-Cuenca
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Soy madre de 4 hijos, y los amamanté a los 4, a uno más que otro por razones ajenas a mi voluntad, pero con todos se hizo el mejor de los esfuerzos con lo mejor que la versión de mí en ese momento tenía y podía hacer. Ya estaba yo con mi primer hijo hace 29 años encaminada en el mundo de la nutrición y al menos desde el punto de vista formal, técnico tenía la consciencia de la importancia de la lactancia materna.
Mi hijo mayor, fue el “conejillo de indias” fue el que me enseñó que para que la lactancia materna sea exclusiva hay cansancio de por medio y mucho. A veces de verdad no podía más del agotamiento, y además esto se juntaba con otro evento fisiológico: el hambre que me daba al tener que compensar las calorías de la producción de leche materna.
Recuerdo que, en ese momento, mi querida profesora Paulina Lorenzana me puso como tarea realizar un diario de comidas, y mostrarlo como ejemplo a mis compañeros de curso en la maestría en Nutrición de la Universidad Simón Bolívar que estaba cursando. Se iban a utilizar mis datos para calcular cuantas calorías extra consumía una madre que lacta. Para mi propia sorpresa, las calorías extra que estaba consumiendo alcanzaban un promedio de 700 calorías al día (un día era más y otros menos) y yo estaba muy delgada, así que gracias a la lactancia materna en esa época comía lo que quería sin engordar.
La lactancia materna exclusiva es sencillamente eso, es darle al bebé el mejor alimento para él desde el mismo momento de su nacimiento, el “shot” de sustancias inmunológicas a través del calostro en la primera hora del nacimiento y continuar con el amamantamiento cada vez que el bebé lo pida sin añadir nada más, ni agua.
Es un acto hermoso, donde se desarrollan los lazos afectivos entre madre e hijo, es el mejor momento para interactuar con el bebé.
Pero la lactancia materna también es cansancio, agotamiento y combinación con el resto de los quehaceres de la vida cotidiana tanto del hogar como del trabajo si es que lo hay. No es solo un tema de querer amamantar y ya y “cae del cielo”.
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En las sociedades modernas, los humanos y nuestra cultura desarrollada, al menos en el mundo occidental, tenemos algunos parámetros que van desde: tapate y que no te vean, hasta el deber ser de algunas cosas: tienes que amamantar perfecto sabes que es lo mejor.
En lo particular, y cuando me tocó dar el pecho a mis hijos, me debatía entre alcanzar la perfección de quien conoce la importancia del acto, lograr que todos los tips me funcionaran de manera impecable y el hecho real del cansancio que te rinde y a las 3 am, te quedas dormida y temes no escuchar al bebé llorar. Son cosas que pasan y es la realidad.
Cuando vemos en la semana mundial de la lactancia materna los mensajes maravillosos cuya finalidad es lograr la promoción de la lactancia, al final vemos que son bastante fantasiosos, casi tipo “Disney” porque te hacen ver un acto perfecto que no va a llegar nunca. Las imágenes de madres perfectas amamantando, sonreídas e impecables.
La verdad es que el bebé se despierta a las 2:30 am tú tienes sueño, y da flojera, y mucha. ¿Qué tal sería abordar estos mensajes con un toque de empatía y realismo? ¿Y qué tal si añadimos un poco de la situación venezolana e incorporamos maneras de alimentar a las madres a bajo costo en tiempos difíciles?
Si, ya sabemos que las madres desnutridas también pueden amamantar a pesar de todo y que la calidad de la leche quizás es menor, pero igual pueden amamantar.
Sin embargo, en mi trabajo me he encontrado con madres que se desmayan porque comen solo una vez al día y no tienen esas 700 calorías extra que yo, en el año 1991 podía comerme sin ningún problema.
Cuando en las comunidades las madres me abordan y me comentan que no pueden más, hay quien las regaña, la verdad me ha ido mejor desde la empatía, y relatar mi propia historia, mi propio cansancio y mis propias angustias.
Contarles como también me pasó que me quedé dormida, y lo que aprendí con eso, el entender que la leche materna es el mejor alimento para sus hijos y el más barato de paso, y el como si ellas están bien, él bebe estará bien. Quizás entonces, cuando desde la empatía podamos abordar estos temas, fortalezcamos verdaderamente la lactancia materna.
Pensemos en esta semana de reflexión, como podemos hacer, sobre todo en estos tiempos de alta vulnerabilidad en Venezuela, entendiendo que nuestras madres lactantes necesitan de nuestro verdadero apoyo, familiar, laboral y social.
Al final de cuentas vale la pena intentar los cambios en las aproximaciones y mensajes, pues el mejor alimento del mundo para un niño que comienza la vida lo merece.
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