Ernesto Cardenal, por Simón Boccanegra

Una ola de indignación recorre el mundo intelectual y político de Ibero América, debido a la insólita sentencia que un juez nicaragüense ha dictado contra el sacerdote Ernesto Cardenal. Este paisano de Rubén Darío, una de las voces poéticas más consistentes y puras de la escena iberoamericana, fue ministro de Cultura de Ortega cuando el sandinismo era decente y estaba preñado de promesas. Cardenal, que fue una de las figuras más emblemáticas de la revolución nica en los 80, devino, frente a la progresiva degradación del sandinismo y en particular a la de su líder, Daniel Ortega, en crítico severo y desencantado de aquel. En 2005 había sido acusado de injurias pero el juez de la causa lo declaró inocente, dado lo insostenible de la acusación, movida por Ortega. Pero ahora, otro juez, en un país donde el Poder Judicial se lo han repartido entre Ortega y los antiguos somocistas, ha revocado la sentencia anterior, declarándolo culpable. Circula una carta de protesta (página 11) firmada por muchos de los más importantes nombres de la cultura iberoamericana. Pero algunos, como Saramago y Eduardo Galeano, han añadido, a la firma, mensajes propios, que conviene citar, para que los amigotes de Ortega en este país, comenzando por Chacumbele -cuyos complejos frente a los guerrilleros de los 60 lo llevan a creer que Ortega es todavía alguien respetable-, se miren en ese espejo y se pregunten si no vale la pena marcar distancias frente a ese sinvergüenza. Habla Saramago de un Ortega «indigno de su propio pasado», a quien pide «que se mire en un espejo» y «si le da vergüenza al menos tenga la valentía de pedir perdón», de lo contrario «sabremos que sus méritos humanos y políticos han caído a cero». Concluye, lapidario, el Premio Nobel: «Una vez más una revolución ha sido traicionada desde dentro». Galeano no es menos incisivo, al rechazar «esta infame condena de un juez infame al servicio de un infame gobierno». Dime con quién andas, Hugo Chávez, y te diré quién eres.