Estatismo salvaje, por Teodoro Petkoff
Indignación, estupor, impotencia fueron algunos de los sentimientos que embargaron a la población de Ciudad Ojeda y Lagunillas, en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, ante el atraco a mano armada de que fueron víctimas las empresas contratistas de Pdvsa. El Gran Charlatán, siempre ansioso por fabricarse artificialmente la épica que no existe en su historia de militar golpista, hablaba como si aquello fuera el desembarco en Normandía.
Oyéndolo, cualquiera habría pensado que aquel operativo militar se aplicaba a unos magnates imperialistas atrincherados, arma en mano, en sus gigantescos emporios, negados a aceptar por las buenas las razones del benevolente y paciente gobierno nacional. Pura basura, desde luego. Aquello fue un abuso puro y simple, un atropello sin disimulo alguno. Un asalto que hasta ahora tiene los visos de una confiscación. Todo ese despliegue militar, completamente innecesario, pretendía simular una batalla antiimperialista. Mentira podrida. Allí no tuvo lugar ninguna «recuperación de soberanía». Las contratistas asaltadas no son empresas norteamericanas sino pequeñas y medianas empresas venezolanas, nacidas y crecidas al calor de la industria petrolera; casi todas ellas creadas hace más de medio siglo, en muchos casos, por inmigrantes españoles e italianos, llegados a nuestro país con una mano alante y otra atrás, y que a punta de trabajo construyeron eso de lo que hoy, de modo tan arbitrario e injustificable, el gobierno se apodera por la fuerza. Es puro estatismo salvaje.
Lo peor es que muy probablemente a esas empresas de servicios les espera la misma suerte de todo lo que cae en manos de la «Misión Vuelvan Caca».
Dentro de algunos meses, aquellos de sus trabajadores que ahora creen salir beneficiados por su «incorporación» a Pdvsa, van a vivir la misma desilusión que hoy hace presa de los trabajadores de Sidor, quienes inicialmente aplaudieron la estatización de la planta siderúrgica.
Esa Pdvsa que debe millones de dólares a sus contratistas, a los mismos que ahora despoja, que no respeta el contrato colectivo con sus trabajadores, esa que ahora, con la complicidad del CNE, hace suspender las elecciones sindicales, para tener así el pretexto que le hace falta para no discutir el nuevo contrato colectivo, pendiente desde hace meses; esa Pdvsa donde se producen desvergonzados y millonarios actos de corrupción, esa Pdvsa severamente lesionada en su gerencia, es la que ahora será patrono de los trabajadores de las contratistas. No se les puede arrendar la ganancia.
Esta embestida va a provocar, de rebote, una crisis en la Costa Oriental del Lago. Las alcaldías de la zona probablemente perderán buena parte de sus ingresos, porque Pdvsa -dueña ahora de las contratistas–, lo último que cancela, cuando lo hace, son los impuestos municipales.
Por su parte, los proveedores de las contratistas asaltadas sabrán ahora lo que significa ser acreedores de Pdvsa. Los pasivos de las contratistas, que, se supone, ahora debe asumir Pdvsa, ya deben estar anotados en una panela de hielo. Tierra arrasada, pues.