¡Eureka: la culpa es de Bush!, por Teodoro Petkoff
Hoy es preciso comenzar con dos reconocimientos. Uno, a la eficiencia, organización y dedicación de los grupos aéreos del Ejercito y de la Armada, que llevaron adelante, con sus grandes helicópteros y con la colaboración de decenas de pequeños helicópteros privados, el puente aéreo que hasta ayer en la tarde había rescatado a varios miles de temporadistas atrapados en las zonas este y oeste del Litoral Central, cuyo traslado hasta el puerto de La Guaira fue completado por las fragatas de la Marina. Lo hicieron estupendamente bien y deben ser felicitados.
El segundo, a la paciencia, la serenidad y ese maravilloso sentido del humor de los venezolanos, que no sólo permitió sobrellevar con buen ánimo la dramática experiencia que se vivía, sino que, además, contribuyó a la fluidez de los operativos de rescate, por la magnífica disciplina que se mantuvo en todo momento. Lo vimos personalmente, en Naiguatá y nos complace poder registrarlo hoy.
Pero dicho esto, es preciso volver sobre el tema de las responsabilidades humanas en la magnitud del desastre que nuevamente azota al estado Vargas. Ayer habló el Presidente. Comprendiendo que habría resultado risible, después de seis años, culpar a los gobiernos anteriores, eludió, sin embargo la responsabilidad del suyo, y la trasladó a los países poderosos. Serían ellos, con su contribución al calentamiento de la tierra, a la contaminación de aire, aguas y tierras, quienes habrían producido los cambios climatológicos que causan tantos desastres naturales. Hasta se permitió la insólita mención al protocolo de Kyoto sobre la lucha contra la contaminación de origen petrolero, sin siquiera parpadear ante el hecho de que su gobierno lo suscribió a regañadientes, entre los últimos que lo hicieron, cuatro años después de que fuera aprobado.
Ese discurso está bueno para Porto Alegre ante su público cautivo pero en el caso concreto de Vargas resulta una demostración de caradurismo. Porque si bien es cierto que la naturaleza y el clima pueden golpear muy duro y ahora más que antes, toca a las sociedades y sus gobiernos, hacer lo necesario para prevenir o reducir los efectos de los elementos desatados. En Vargas, después de cinco años, equipos incompetentes y nimbados por fuertes rumores de corrupción, han puesto una megaplasta. No es verdad lo que dijeron Chávez y Rangel (y seguramente será la canción que repetirán Izarra y su combo) que lo hecho hasta ahora impidió una tragedia mayor.
Falso de toda falsedad. Como es falsa la afirmación que hacen ambos de que ahora cayó más agua que en 1999. Mentira podrida. Precisamente lo que nos salvó de algo peor es precisamente que esta vez no llovió durante quince días continuos sobre el Avila. Si algo parecido hubiera ocurrido, el Litoral estaría nuevamente llorando miles de muertos. Porque Vargas no está en capacidad de resistir los embates de un deslave en el Avila. Comenzando por el sistema de alarma previsto, que nunca fue implementado.
El mero dato de que después de cinco años sólo 10 de las 23 cuencas hidrográficas fueron intervenidas, ya es suficiente para que todo el equipo de Corpovargas sea destituido. A confesión de parte, relevo de pruebas. La tarea prioritaria fue la menos atendida. Pero, además, lo poco que se hizo, como apunta el ex ministro Genatios, se hizo erróneamente.
Sin hablar del abandono de todos los proyectos elaborados por la Autoridad Unica y que Corpovargas desestimó, para optar por soluciones mediocres, que, por lo mismo, según rueda por todo el Litoral, habrían dado lugar a toda clase de guisos. En lugar de buscar la paja en el ojo ajeno, Chávez debe verse la viga doble T que tiene en su propio ojo. No se puede engañar a todo el mundo, todo el tiempo. Palabras de Abraham Lincoln .