Excentricidades, por Gisela Ortega

-Uno de los estados obsesionantes es el denominado de los fóbicos o fobias. El vulgo les llama manías, y tal vez no esté desencaminado. Hay quien no resiste la presencia de la sangre, otros son presas del vértigo no bien se asoman a la ventana de un segundo piso, abundan los que tienen guerra declarada a los perros y a los gatos.
Todas estas fobias tienen su denominación científica, he aquí unas cuantas:
Hematofobia, obsesión de la sangre. Agorafobia, al espacio. Aerofobia, miedo a las alturas. Amaxofobia, obsesión de los carruajes. Siderodromofobia, temor al ferrocarril. Anemofobia, obsesión del viento. Talasfobia, obsesión del mar. Pirofobia, del fuego. Cinofobia, de las cuestas. Nictofobia, de la oscuridad. Nosofobia o patofobia, a las enfermedades. Tanatofobia, de la muerte. Manifobia, de la locura. Cinofobia, de los perros. Galefobia, de los gatos. Oclofobia, de las multitudes. Claustrofobia, de las cuevas. Monofobia, de estar solo. Ginofobia, de la mujer. Antropofobia, de los hombres. Talefobia, de ser enterrado vivo. Astrafobia, de los huevos. Zoofobia, de los animales. Ponofobia del trabajo, Xenofobia, miedo a los extranjeros, triskaidekafobia, al número 13, rhytifobia, a tener arrugas, panofobia, a todo, parakevedekatriafobia, miedo a los viernes 13, y etc. etc.
“No cabe duda que la opera fue una creación aristocrática, a la par que italiana; un resultado de la exquisita labor de un grupo de nobles florentinos, de tan alta alcurnia como gran refinamiento, que los alejaba de los gustos populares»
Opera
-Durante el Renacimiento, los italianos habían adquirido un gusto por las representaciones profusas y fantasmagóricas, en las que figuraban muchos “extras”, lo mismo que en nuestros días en películas como “Lo que el viento se llevo”. Estos espectáculos se llamaron “opera”, o sea “obras” en el sentido originario de la palabra, y se realizaban con auxilio de toda clase de recursos mecánicos y montajes fantásticos, así como cabalgatas, ballets, conciertos, batallas y farsas. Con frecuencia también se incluía la comedia italiana, y ésta aparecía como parte integrante de la representación, o buen como un intermedio, pues no existían los entreactos.
Giuseppe Prezzolini, en su libro “El Legado de Italia”, señala: “No cabe duda que la opera fue una creación aristocrática, a la par que italiana; un resultado de la exquisita labor de un grupo de nobles florentinos, de tan alta alcurnia como gran refinamiento, que los alejaba de los gustos populares. Y al ser rápidamente adoptada en Francia, Alemania y Rusia, dio lugar a tres grupos, por lo menos, cada uno de los cuales lleva impreso el genio de sus respectivos países de adopción. Debe, sin embargo, recordarse que su origen, en una ciudad pequeña, pero ilustre como Florencia, se debió al deseo expreso de crear un género nuevo de expresión artística. Y que después de un período de discusiones, controversias y ensayos, la noche del 6 de octubre del año 1600 se represento la opera Eurydice, música de Jacobo Peri y libreto del poeta Ottavio Rinuccini, en el festival organizado en honor de la princesa María de Médicis, cuyo nombre ha pasado a la historia únicamente por esta asociación famosa. Es posible discutir el período de incubación, las razones del invento, los precursores, y en qué grado contribuyeron a esta creación; pero el 6 de octubre de 1500 es la fecha, oficialmente aceptada y reconocida, del nacimiento de la opera.”
-En 1759 se estrenó en el teatro del Ermitage de San Petersburgo, la primera opera con letra rusa: se titulaba Alcestes, su libro era debido a Alejandro Petrowitsch Sumarokoff, el segundo poeta importante de la época, y la música de un tal Raupp.
-El 18 de junio de 1821 se estreno en la Ópera Real de Berlín Der Freischulz de Weber, que popularizó el nombre del autor. Se considera esta fecha como la del nacimiento de la ópera nacional alemana.
Ideas Falsas
-Se ha dicho hasta la saciedad que el soldado de Maratón corrió desde los campos de la famosa batalla, a Atenas, para llevar el parte de la victoria, cubriendo cuarenta kilómetros en dos días. Y esta carrera es apócrifa. Fidipido, el soldado de Maratón, fue enviado antes de la batalla, y a Esparta –y no a Atenas-, para anunciar la llegada de los persas y solicitar socorros. Y corrió doscientos cuarenta kilómetros en dos días. O por lo menos así lo cuenta Herodoto. El soldado que se dio otra carrerita para llevar la noticia de la victoria cayó muerto una vez transmitido el mensaje, parece que no pasa de ser una fantasía de los griegos.
Falsa y calumniosa la especie de que Isabel la Católica juró no cambiarse de camisa hasta tanto la conquista de Granada fuese un hecho. En cambio, parece comprobado que quien así juró fue Clara Eugenia Isabel de Austria., fijando como termino de su promesa el que sus tropas pusieran fin al asedio de Ostende. Y el sitio duro tres años….