Falta de inversión, diáspora y fallas en el recambio jugaron contra Venezuela en Lima
Unidos también en el retroceso de sus sistemas deportivos, Cuba y Venezuela terminaron registrando sus peores resultados de los últimos años en Juegos Panamericanos
Eumar Essá
Faltaba menos de una semana para la clausura de los Juegos Panamericanos de Lima 2019, y Venezuela amanecía un día en el puesto 14, detrás de los mismos 11 países que a la postre nos antecedieron, pero también a la zaga de Puerto Rico y Jamaica, que producía en pista y campo todo el oro que no había podido sumar antes.
Faltaban los mismos cinco días y Cuba aparecía séptima, detrás de una Colombia que acumulaba coronas a manos llenas y de una Argentina que sorprendía en la natación con Delfina Pignatiello, que ganaba ella sola 10% del oro total de los albicelestes.
Al final los hermanos revolucionarios conjuraron el susto con sus fortalezas habituales: deportes de combate en el caso de ambos, más atletismo para los de la isla, y la debacle no fue tan grave como lo anunciaba el cierre de la primera semana.
Venezuela ganó casi tres cuartos de sus 43 preseas en disciplinas de combate: cuatro en boxeo, seis en esgrima (cinco de ellas en una sola arma: la espada), cuatro en judo, nueve en lucha (el mayor productor en total) y ocho en karate do
Fue una áurea más que en Toronto, pero siete menos en la cuenta global y cuatro posiciones por detrás del octavo proyectado. Venezuela llevaba 36 años (desde Caracas ’83) metida entre los primeros ocho del medallero continental.
Cuba, por su parte, ganó una más que en 2015 en la cuenta total, pero tres oros menos, y retrocedió del cuarto al quinto lugar. Fue la peor ubicación desde Sao Paulo ’63. De hecho desde Cali 71 hasta Guadalajara 2011, la isla se mantuvo entre los primeros dos de la tabla, con un triunfo en La Habana ’91.
La piñata canadiense
¿Qué pasó en Lima 2019 para que los dos países hermanados por el socialismo del siglo XXI (y XX) registraran sus peores actuaciones de los últimos años? La respuesta comienza al norte y termina en el sur: la debacle de Canadá, que pasó de 78 oros como local en Toronto a apenas 35 en la capital peruana. Solo los países que estaban técnica, logística y presupuestariamente dotados para entrar en la rebatiña por las preseas huérfanas pudieron aprovechar el desplome canadiense.
Estados Unidos ganó 17 doradas más que hace cuatro años. Del resto se apropiaron México (que ganó 15 coronas más que en Toronto y saltó del sexto al tercer lugar), Brasil (que aumentó en 13 las doradas), Argentina (que de 15 títulos pasó a 32) y, finalmente, cuatro países que se preparan con un proyecto definido: Chile, que afina sus piezas de cara a 2023, cuando será local; Perú, que debía brillar como sede; República Dominicana, que no había lucido tan bien desde que fue sede en 2003, y Ecuador, que ha nutrido su apuesta con buena parte del talento venezolano que la diáspora deportiva ha regado por el mundo.
Adicionalmente, Panam Sports, organización que sustituyó a la antigua y anquilosada Odepa, hizo una entrada triunfal en el escenario de los Juegos, garantizando la presencia de más de 100 medallistas olímpicos y mundiales de todos los deportes, lo cual colocaba la barra mucho más alto aún para ganar.
Venezuela no tuvo armas con qué entrar en la batalla por las medallas de Canadá ni el duelo contra los grandes del mundo. De hecho ni siquiera hubiera tenido con qué asistir a la mitad de los clasificatorios o cumplir buena parte de las bases de preparación, de no haber sido por el aporte de un millón de dólares que Panam Sports hizo al Comité Olímpico Venezolano a través de la Comisión de Desarrollo Deportivo, un apartado del organismo continental que usa recursos procedentes de comercialización y venta de derechos de transmisión de los Juegos Panamericanos para aupar la nivelación de rendimiento de los países económica y competitivamente más débiles de América.
Diáspora deportiva
En los últimos dos ciclos olímpicos, un importante capital humano se ha ido a servir a la causa de otros países. Decenas de entrenadores de selecciones nacionales aparecieron en Lima dirigiendo equipos de otros países.
Jorge Rivera, el gurú de las pesas femeninas en Venezuela, estaba a cargo del “dream team” de Ecuador. El brasileño Nilson Medeiros, que hasta Río 2016 entrenó a Jessica López, apoyaba a la selección de gimnasia de Perú. Juan Liendo y César Bru estaban al servicio de la esgrima peruana.
Al menos cinco entrenadores de voleibol de playa y cuatro de judo estaban con selecciones de otros países. Alfredo Borges, el gran impulsador de los clavados en Venezuela, dejó de trabajar en Colombia y ahora apoyaba a los peruanos. Rubén Herrada, cuyos pupilos actualizaron todos los récords de pruebas múltiples en Venezuela, vestía el uniforme de Ecuador.
En un país sin colegio de entrenadores, donde la capacitación es casi totalmente producto de iniciativas personales (salvo los egresados de la Escuela Internacional de La Habana, los beneficiados con becas de Solidaridad Olímpica o los postulados a cursos de nivelación de las federaciones internacionales), perder un técnico de nivel es perder un tesoro.
Venezuela no posee la estructura para producir recambio, pues no es lo mismo un profesor de educación física egresado de alguno de los pedagógicos del país, que un técnico de un deporte específico
Hombres como Francisco Seijas (que hoy está a cargo del tenis de mesa de Chile, y es el hombre de confianza de la Federación Internacional para los cursos avanzados de entrenadores) o Yeivic Jiménez (estadístico del equipo campeón del voleibol femenino, República Dominicana, y miembro de la Comisión de Estadística de la FIVB), por citar dos casos, son producto de un esfuerzo de preparación personal que nuestro país no está en capacidad de suplir en las actuales circunstancias.
Medallas gratis
A este fenómeno se une el de los atletas que se marchan a otras latitudes, ya no solo para entrenar y foguearse en ambientes más competitivos, sino para poder producir recursos para costear sus propias carreras.
Es el caso de los dos competidores de aguas abiertas que participaron en Lima: Diego Vera mantiene una pizzería en Bolivia para pagarse el derecho a usar instalaciones de clubes en ese país y así prepararse en altura, y Paola Pérez (la nadadora que sufrió de hipotermia por la falta de un traje de neopreno para las aguas heladas de la laguna de Bujama) es su propia mecenas, dando clases de natación en Santiago para financiar su carrera deportiva.
Al menos tres doradas tuvieron costo cero para el sistema deportivo nacional. Antonio Díaz es un connotado representante de la Escuela Inoue-Ha shito-ryu Keishinkai, creada por su maestro Yoshimi Inoue, y es el entrenador de la selección de kata de Hong Kong que subió al podio en los Juegos Asiáticos de Yakarta el año pasado. Su carrera siempre ha sido autogestionada, entre premios, patrocinantes y otros ingresos
Es el mismo caso de Daniel Dhers, que entre su sponsor, la bolsa de los muchos eventos ganados a lo largo de su exitosa carrera y el complejo de deportes extremos que mantiene en Holly Springs, Carolina del Norte, resuelve con solvencia sus idas y venidas por el mundo entero. Las dos válidas de clasificación olímpica que Venezuela albergó en marzo pasado representaron la primera vez que hubo inversión del Estado en su carrera.
Ruperto Gascón, entrenador de Rubén Limardo, prepara en Polonia al 100% del equipo de espada masculino y 50% del femenino, y ha costeado de su bolsillo hasta los pasajes aéreos para que sus atletas asistan a eventos del ciclo olímpico. En Lima, después de que Limardo expresara su preocupación por la forma en que Venezuela se preparó a los Panamericanos, Mindeporte honró algo más de la mitad de los 87 mil euros que adeudaba a Gascón por boletería, pero sigue sin pagar sus honorarios desde Río 2016.
La inversión en la que se cimentó la llamada “Generación de Oro” se ha desplomado, diluida en falta de planificación y obstáculos de todo tipo para la ejecución, como la eliminación de los Planes Operativos Anuales, mediante los cuales las federaciones administraban los recursos asignados desde el Estado.
Hoy Venezuela se arriesga a una suspensión internacional en voleibol si Mindeporte sigue sin honrar la multa de 90 mil dólares que derivó de los forfeits en Liga Mundial y Grand Prix en 2017, con lo que se escapa una oportunidad de lujo de clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Selección envejecida
El otro gran problema que Venezuela enfrentó en Lima es el envejecimiento de sus selecciones nacionales, y la dificultad para promover un recambio generacional en medio de la actual depresión del deporte.
Todos los ganadores de oro, menos Luis Avendaño (lucha) y Daniel Dhers, transitan como mínimo su segundo ciclo olímpico. Hombres como Rubén Limardo o Antonio Díaz van por el quinto, y Dhers, que tiene 34 años, se salva de entrar entre los veteranos porque su disciplina debutaba en un evento adulto del ciclo
La no presentación del equipo de velocidad olímpica que todavía tiene en su poder el récord panamericano es muestra de esa dificultad para la renovación. La gran figura de la terna, Hersony Canelón, anunció que se retiraba de la prueba de conjunto para concentrarse en sus opciones individuales, y Ángel Pulgar cambió ese evento por el Ómnium. Como resultado, no hubo relevo para recomponer el exitoso equipo, ganador de un diploma olímpico en Río 2016.
Otro tanto sucede en las selecciones de softbol, donde incluso ha vuelto a aparecer en primera base la presidenta de la Federación Venezolana y vocal de la Internacional, María Soto.
La natación ha dejado de producir nuevos talentos con la abundancia de otros tiempos porque la mayoría de las piscinas públicas del país han pasado largos períodos del ciclo inoperativas, por las dificultades presupuestarias para mantenerlas. Adicionalmente, atletas que podrían representar el futuro de las piletas han preferido mantenerse al margen, alejados por las deudas que el Estado mantiene con ellos, como Aitor Fungairiño o Marcos Lavado, el hombre que rompió el récord de 200 mt. mariposa de Rafael Vidal.
Entre fuga de talentos y fallas en el recambio, la inversión y la planificación, nuestro país no fue capaz de entrar en la pelea por las medallas en Lima. Cuba, que mantiene el mismo modelo de dependencia estatal para el deporte, y cuyo gobierno ha anunciado “tiempos duros” en la misma medida en que se hunde el auxilio desde Venezuela, tampoco. Unidos también en el retroceso de sus sistemas deportivos, los dos hermanos terminaron registrando sus peores resultados de los últimos años en Juegos Panamericanos.