Filantropía o proselitismo, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
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Ante la situación del país han surgido un sinnúmero de organizaciones para contribuir con el prójimo, desde mi punto de vista un hecho positivo para coadyuvar a nuestros semejantes en una sociedad tan convulsionada. Reitero que es una loable acción en donde pudiesen estar implícitos tres términos que aunque parecidos tienen connotaciones diferentes: la beneficencia, la filantropía y la caridad, frente a un monstruo que es el proselitismo utilizado por los actores del escenario político para ganar adeptos.
Hay que estar claros en estos cuatro conceptos cuando se desea intervenir el espacio comunitario, porque la estrategia metodológica va a indicar el rumbo y el propósito de la actividad. Seguir creyendo que muchos lobos vestidos de filántropos persiguen hacer humanidad y equidad es vivir en tinieblas. Hay que discriminar entre el humanismo y las cualidades actorales que mal disimulan su populismo.
Revisemos la dinámica social y para extraer el verdadero sentido de ciertas fundaciones, organizaciones, asociaciones y comités, para darse cuenta que tras ellas hay intereses personales, no colectivos, y un trasfondo oscuro. Jugar con el hambre y las necesidades de un conglomerado en nombre de una institución no es la conceptualización de humanismo, es simplemente descarado proselitismo.
La tarea es estar atentos a la intencionalidad con la que se hacen las acciones y qué personajes las ejecutan, pues el hecho de tomar una gráfica obsequiándole comida a una persona (que ciertamente lo va a permitir por su urgente necesidad de alimentación) deja de ser filantropía para convertirse en proselitismo, en el momento que es publicada. El hecho de tomar una fotografía no es en sí un delito, mientras ésta sea utilizada para revalorizar la condición humana, no para exponerla al escarnio público.
La toma de fotografías es usada para llevar registro privado de carácter administrativo, pero también es usada inapropiadamente con una perversa finalidad, tanto por entes privado como del Estado. Las organizaciones privadas filantrópicas fotografían no la situación del país, que ya todos conocemos, sino la de los individuos, eternizándolos como sujetos necesitados, deudores permanentes de agradecimiento.
A su vez, los organismos del Estado que prestan asistencia, fotografían y publican fotos de los beneficiados con los recursos que el gobierno destina a esos propósitos, lo que llega a la gente común y no se quedó engarzado en los rincones oscuros de los que roban al pueblo (pero esos no son fotografiados, por ahora) y les piden “fidelidad”, es decir que agarren lo que aun les han dejado y se callen la boca. Unos y otros utilizan la fotografía de la supuesta solidaridad, mostrando a los necesitados en la correcta acción de recurrir a una fuente de bienes necesarios para su familia pero convertida, de manera no inocente, en denigrante claudicación al más fuerte y en merecedora de una especie de esclavitud ideológica.
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Los actores políticos y muchos líderes comunitarios hablan de propiciar cambios en el escenario social y aun ellos siguen repitiendo viejos modelos, perdiendo la posibilidad de ser genuinos, auténticos y diferentes. Cabe preguntarse: ¿son humanistas o misántropos?
Muchos de los integrantes de estas valiosas instituciones buscan el reconocimiento externo, ese merecimiento que es efímero, que solo es temporal esnobismo, pero sin alcanzar el reencuentro consigo mismo, siempre imponiendo su yo y no el nosotros. Estas actitudes son las que permiten decir que estos señores vestidos de ángel, están muy alejados del concepto de filantropía.
Se requiere de una profunda sensibilización en cuanto al perfil del filántropo, de lo contrario seguiremos construyendo cada día más hombres deshumanizados, a quienes no les importa llevarse a ninguna persona por delante con tal de conseguir sus objetivos particulares. Somos nosotros los corresponsables de darle un alto a este modelo opresor-oprimido. Por eso reitero seguimos en pleno siglo xxi siendo coparticipe del dominio español. Donde el más fuerte se devora al más débil.
El humanismo comienza desde el mismo momento en que para revalorizar a mis semejantes aplico, desde mi interior, el palíndromo reconocer. Quien no se encuentra consigo mismo no se puede reencontrar con los que están a su derredor.
Hay que desenmascarar esos rostros de falsa moral que no son más que fariseos de este nuevo siglo.
Filantropía no es lo mismo que proselitismo. Quédate donde se profese equidad, allí sí hay humanismo.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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