Firmazo dos, por Teodoro Petkoff

Hoy estamos a tres semanas del 19 de agosto, fecha la cual, por cumplirse la mitad del mandato presidencial, se activa el proceso revocatorio. Aunque todavía no ha sido designado el nuevo CNE, todo indica que el Tribunal Supremo ha decidido cumplir ese cometido, si la AN no lo hiciere –que todavía tiene tiempo para ello. Si los lapsos que a mismo se fija el TSJ se cumplen, a mediados de agosto el país tendría ya el árbitro electoral. El TSJ estaría así asegurando supremacía de la Constitución, designando el quinto de los poderes del Estado, el Electoral, ante la eventual omisión de la Asamblea Nacional. Esta, desde luego, todavía podría cumplir con su atribución y ello sería lo deseable y conveniente, pero, en todo caso, por cualquiera de las dos vías, CNE habrá. De hecho, hasta el duro Diosdado debió admitir que si la AN no lo designa, “alguien tendrá que hacerlo y no será el Presidente”, implicando con ello que tal tarea recaerá sobre los hombros del TSJ.
Si fuere así, pasa a ocupar el lugar prioritario la cuestión de las firmas para el RR. Puesto que Chávez acostumbra “cantar” sus pasos, hay que fijarse muy bien en lo que viene repitiendo desde hace semanas.
Por un lado, continuamente pone en duda la posibilidad de que este año pueda llevarse a cabo el RR. El objetivo es claro. Si logra demorarlo hasta el 2004, cuenta conque el clima electoral para gobernadores y alcaldes lo diluya y postergue indefinidamente. Por otro lado, habla de que las firmas recogidas en febrero no son válidas, se burla de la oposición aduciendo que no ha recogido ni una firma, cuestiona las recogidas por una empresa privada. Está pues, anunciando con toda claridad, que si la oposición entrega las firmas de “El Firmazo”, el gobierno las impugnará.
No es una patada al tablero lo que está avisando sino la utilización de los recursos de la ley. Su argumento es sencillo: el texto al pie del cual firmaron millones de venezolanos está equivocadamente redactado y, además, las firmas fueron recogidas seis meses antes de la mitad del periodo y en seis meses puede cambiar la voluntad del electorado. Discutir académicamente la pertinencia o no de estos alegatos sería una ociosidad. Basta con que desde la propia oposición se hayan levantado voces, entre otras la del propio redactor de la pregunta para el RR, poniendo en duda la validez de las firmas, para que el gobierno tenga un punto de apoyo argumental ante los organismos que deberán decidir sobre la materia (CNE y TSJ). La discusión en estos puede demorarse lo suficiente como para que la celebración del RR doble el cabo del Año Nuevo y entremos al 2004, con la cuestión de gobernadores y alcaldes ocupando la atención del mundo político.
La mejor manera de despejar estas dudas, sin enredarse en una discusión que podría ser interminable, es ratificar la voluntad de convocar el RR recogiendo las firmas otra vez, en una nueva jornada, inmediatamente después del 19 de agosto, en lugar de entregar el 20 las que podrían ser objetadas. Sería la oportunidad, además, para una gigantesca movilización nacional, con efectos más profundos y decisivos que los de una marcha, por muy “mega” que sea •