Firrmas po’ el pecho, por Teodoro Petkoff

Llegar hasta aquí no le ha sido fácil a la oposición. La entrega de las firmas marca el triunfo de una estrategia en su seno que no siempre estuvo clara: la estrategia democrática. Dominada, a partir del paro empresarial de diciembre de 2001, por sus sectores más radicales e inmediatistas y con los moderados replegados, la oposición optó por una línea de movilización popular que sirvió, en la práctica, sin embargo, como caballo de Troya para propósitos que procuraron desenlaces a corto plazo, de clara inspiración golpista. Los episodios que jalonaron esa ruta difícilmente se borrarán de la memoria colectiva.
Primero, el golpe del 11 de abril, que naufragó en el océano de sus propias torpezas, pero cuyo fracaso no desmotivó la política que eufemísticamente comenzó a ser denominada como del «atajo». La óptica inmediatista continuó prevaleciendo en el seno de una oposición donde visiones más moderadas y más «políticas» cargaban con el lastre de partidos todavía precarios y sin mayor fuerza para enfrentar la línea del fast track. Esta condujo a un nuevo punto de inflexión cuando en medio de un proceso de negociación con el gobierno fue lanzado el paro indefinido en diciembre de 2002. La derrota de éste permitió, finalmente, que los partidos políticos recuperaran el control de la Coordinadora Democrática –que, fundada por ellos, había sido, sin embargo, confiscada por el ultraísmo–, y con ello la posibilidad de trazar una orientación política diferente.
La opción que ofrecía la Constitución, del referendo revocatorio, que no había estado en el horizonte de la oposición mientras en su seno predominaron las tendencias golpistas, fue asumida esta vez por el conjunto de las fuerzas adversarias de Chávez.
Previamente se vivieron esos equívocos episodios del «consultivo» y del «firmazo», un peor-es-nada que no fue sino un coletazo de la estrategia fracasada. Pero, después de ello, la llamada «ruta democrática» asumió plena concreción con el lanzamiento de la línea que hizo del RR el objetivo único de la acción opositora. El deslinde que se produjo en el seno de la CD, de la cual se desprendió el sector que servía de altoparlante a los militares de Altamira y sus adláteres, favoreció una mayor homogeneidad en la conducta, ya plenamente comprometida con un planteamiento democrático.
Una oposición más madura, pudo desenvolverse con paciencia y serenidad, eludiendo las provocaciones y aferrándose a la Constitución. Ahora, se invirtieron los papeles. El gobierno, atrapado por la normativa constitucional, se ha venido moviendo en una difusa frontera entre la legalidad y la ilegalidad. Toda clase de marrullerías, amenazas y uso abusivo de los recursos del poder ha sido puesta en juego frente a sus adversarios, que esta vez no han dado pasos en falso, eludiendo toda tentación de trasladar el conflicto a un tablero distinto al de la ley y la Constitución.
Allí está, ahora, la mole de esas 3 millones 400 mil firmas. Contra eso, el discursito del «megafraude» no pasa de ser una irrisión.