Foros, fanatismos y violencia vs democracia y ciudadanía, por Alejandro Oropeza G.
“Cuando nos dejan libres, lo hacemos todavía peor.
Lo menos malo parecería ser que sigamos siendo esclavos”.
Mario Vargas Llosa: “Tiempos recios”, Alfaguara, 2019.
Por aquellos días del “Caracazo” o del “Sacudón”, como también se le conoce en Venezuela, recuerdo la intervención en el Congreso Nacional del expresidente Rafael Caldera, en su condición de “Senador Vitalicio”, invitando, llamando al Fondo Monetario Internacional (FMI) a recorrer las calles de Caracas y del país en general, para verificar los impactos del “ajuste” que implementaba el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que recién iniciaba su gestión. En estas semanas previas, al apreciar por redes y medios de comunicación la violencia desatada en varias ciudades chilenas me preguntaba: ¿A quién se podría llamar a recorrer esas calles para explicar tal barbarie, para constatar los impactos de la extrema violencia desatada?
Hemos testificado una escalada de furor, de incontrolada ira en la región, no sólo en Chile, el caso más reciente; sino también en Ecuador, Brasil y Perú, por ejemplo, que han padecido arrebatos sociales.
Arrebatos en los cuales la ocupación del espacio público por manifestantes y saqueadores, ha arrasado material y espiritualmente la cotidianeidad de esas sociedades, imponiendo limitaciones al regular transcurrir de sus vidas.
Desde nuestra región, no pocos han repartido culpas a diestra y siniestra (literalmente); otros justifican y validan la violencia; algunos llaman a la calma y convocan trabajar para retejer la confianza en el futuro y en los gobiernos democráticos; los más desfachatados se autoproclaman como agentes auspiciantes de los hechos y amenazan con un “huracán bolivariano” en América Latina.
Estos últimos son los más irresponsables del grupo, olvidándose, o no queriendo recordar, la cantidad de muertes que, como producto de la represión salvaje de los mal llamados gobiernos “progresistas”, han enlutado a miles de familias y ciudadanos.
Jóvenes, trabajadores, madres y padres de familia, muchachos inocentes que reclaman la posibilidad de una evolución en los acuerdos sociales que den posibilidades de mejoría de la calidad de vida y de futuro, han sido asesinados a mansalva en las calles de Venezuela y Nicaragua. También se obvia irresponsable y olímpicamente, la inmensa debacle que en todos los órdenes han provocado en nuestro país, en donde las posibilidades de acción evolucionan sobre bases muy distantes de una capacidad gubernamental para formular políticas públicas que atiendan la abultada “Agenda Social”.
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No pocos analistas, estadistas o bien opinadores señalan como responsable del estímulo y auspicio de la violencia en Chile al “Foro de Sao Paulo”, cenáculo en el que confluye lo más bellaco y retrógrado de la izquierda continental, con la vetusta revolución cubana a la cabeza. Asimismo, el Secretario General de la OEA advierte sobre el rol desestabilizador que el eje Cuba-Venezuela cumple como propósito en la región. Circulan documentos acá y allá, que no consta sean legítimos, en donde se da cuenta de la formulación de un detallado “Plan Estratégico” para Chile, que va desde financiar partidos de izquierda, hasta la instauración de un régimen socialista, pasando por degradar los valores sociales, proclamar el triunfo y vigencia de ideologías cerradas y maniqueístas, crear caos y estimular la lucha de clases; en fin, un recetario para desestabilizar a través de una agenda política violenta, la frágil paz y la concordia nacional.
Y, siempre acude la duda: ¿es ciertamente posible que este fulano foro tenga, no sólo las intenciones de desatar esas tormentas sociales, sino las capacidades mismas para cumplirlas? “Piensa mal y acertarás”, reza el refrán popular. Sobre esa posibilidad de impacto y acción del foro aludido, algunos reclaman la creación y conformación de una instancia que se oponga efectivamente a éste; algo así como una contraparte de “derecha” que irrumpa para neutralizar las acciones generadas desde las inefables reuniones estratégicas, cuyo último encuentro tuvo lugar precisamente en Caracas. ¿Tiene esto sentido? ¿Tendría un impacto efectivo para neutralizar las tropelías del conciliábulo izquierdista continental?
Definitivamente, son éstas preguntas muy difíciles de responder, sobre todo cuando las consecuencias de incendiar nuestros países en violentas batallas urbanas entre los “sicarios” de uno y otro bando, sólo podrían traer más desestabilización, más penurias y una calamitosa contracción de la calidad de vida de esas comunidades.
Entonces, lo que nos va quedando diáfanamente claro, más allá de la legítima procedencia de esos planes concebidos por fanáticos trasnochados (evidentemente, al parecer con capacidades de accionar), es que en sociedades en donde la cultura ciudadana y democrática es sólida; no es que estén protegidas en contra de las arremetidas de estas peligrosas aventuras destempladas; pero, el contenido, calidad y contundencia de la respuesta que emerge del espacio público/social ciudadano, tiene posibilidades ciertas de hacer frente, oponerse y contrarrestar la estrategia desestabilizadora; ergo, allí existe una contundente posibilidad cierta de resistencia a la pretensión de instauración del caos y la barbarie.
La acción efectiva que se oponga a las estrategias de, por ejemplo, el foro de Sao Paulo, debería tener como objetivo fundamental: la promoción de los valores democráticos, institucionales y ciudadanos en nuestros países; la formación de liderazgos de base, tanto en las comunidades como en grupos abiertos de interés; y un empoderamiento de la ciudadanía a través del ejercicio corresponsable de sus mecanismos de participación legítima en el espacio público-político.
Ello va de la mano con la aprehensión de herramientas para mantener un monitoreo ciudadano y gubernamental permanente sobre el comportamiento de la Agenda Social y de todos los problemas, reclamos, expectativas y anhelos que la integran, de manera tal de estimular producir acciones co-responsables (se insiste en esto, ya que horizontaliza los factores determinantes de la gobernanza y la gobernabilidad) y orientar e impactar parcialmente el contenido de las Agendas Gubernamentales de respuesta, a través de mecanismos legítimos, consensuados y generados desde la propia ciudadanía.
Ello dinaliza el equilibrio indispensable, precario pero necesario, que debe existir entre Estado y Sociedad, dinamizado por y a través de los canales tradicionales de intermediación entre estas dos dimensiones operativas en las arenas de la política, uno de los cuyos canales son los partidos y grupos políticos.
No pocos han sido los análisis de Venamerica y del Observatorio Hannah Arendt, entre otras organizaciones; y centros de estudios en diversas universidades, como el Centro de Estudios Políticos (CEP) de la UCAB, preocupados y ocupados por la evolución de los sistemas políticos en la Región. Análisis que han llevado a ejecutar acciones y trabajar en apuntalar el recurso que se debe oponer a las pretensiones retrógradas de la izquierda fascista latinoamericana: la educación y la formación ciudadana en valores democráticos.
El año pasado (2018), fue organizado, por ejemplo, un foro en Miami, específicamente en la Universidad Internacional de Florida (FIU) con el tema: Democracia y Totalitarismo en Venezuela, con la finalidad de dar una mirada abierta a nuestras realidades y proponer y articular acciones orientadas a apuntalar el talante y los valores democráticos en nuestras sociedades.
También, se insiste en realizar una investigación profunda sobre ese emergente esquema de dominación: el socialismo del Siglo XXI, en donde líneas estratégicas definan acciones a oponer a las pretensiones de caos, lucha de clases e implementación de regímenes ideológicos que se abrogan la verdad absoluta y la clave de la historia.
Resulta paradójico que los regímenes que se responsabilizan o bien, estimulan acciones fanáticas e iracundas para desestabilizar el espacio público y violentar los acuerdos sociales en la Región, en sus propios países impidan la pacífica evolución de tales acuerdos y repriman salvajemente la ocupación de dicho espacio por parte de la ciudadanía que tiene la pretensión de ejercer sus derechos a la protesta y proponer sus iniciativas para la construcción de un futuro posible: Cuba, Nicaragua y Venezuela lideran esa paradoja absurda.
La educación y la formación en valores democráticos, el ejercicio responsable y honesto del gobierno, la eficiencia en la gestión gubernamental, la horizontalización de los definidores de la gobernabilidad y la gobernanza son medios que definitivamente pueden coadyuvar a detener las desatinadas pretenciones de un modelo de dominio que sólo a través de la violencia, el caos y el engaño puede llegar a controlar un continente.
WDC